El Vino y yo

¿Si alguien me preguntara qué es saber de vinos..?

Con certeza afirmaría que este conocimiento no deviene de fórmulas exactas hechas para ser respetadas tal cual nos las pueden sugerir.
Quienes saben de este “arte del vino y su maridaje” nos insinúan ideas, conceptos o consejos que, claramente, podemos tomarlas o no hacer uso de ellas.

Con el tiempo yo aprendí que saber de vinos es descubrir que lo que vuelques en un copa tiene un condimento extra, tan o más importante que el condimento de un plato con cual maridarlo.
Con el tiempo yo aprendí que saber de vinos es conocer de momentos, es disfrutar de la lectura del libro que más te guste, de una película o de tu serie favorita. Es apreciar un paisaje de día o de noche, de las estrellas en el campo o de las luces de la ciudad.

Saber de vinos en definitiva es disfrutar de la compañía, de esa persona que uno ama, de las risas que surgen con alguna anécdota contada en esas reuniones con amigos, del consejo sabio en una charla con tu viejo, de la “comilona” que nos ofrecen las manos siempre generosas de una madre, de la complicidad con tus hermanos.

El Vino y sus compañías

Saber de vinos va más allá del “con qué lo acompañés” sino más bien del “con quién lo acompañés”.

Con el tiempo yo aprendí que saber de vinos es la plenitud de las compañías que se elijen, de los lugares en que uno lo toma, de esa magia única de las personas amadas a tu lado, pero también saber beberlo en soledad. Saberse solo y descubrir que el vino en sí es también una compañía, efímera tal vez, pero no por eso menos importante.

Cuando maridás momentos con cada copa de vino, aquél que más te guste, comenzás a descifrar sobre él, y que lo que sucede en tu boca te trae algo más que descripciones técnicas. Te traen paisajes, recuerdos, amores, palabras, consejos, sonidos, aromas, imágenes, todo a través de los sabores de un fruto tan amable como la uva.

Esa uva que fue seleccionada luego de un tiempo de maduración, para hacerse jugo, y con el devenir de los días y la fermentación, por fin se manifestó en vino. Estas simples palabras resumidas de un proceso de expertos hacedores que crean con buen gusto y sapiencia en la materia, lo que luego beberemos.

Quien sabe cómo seguirá evolucionando esta cultura que se crea alrededor del vino, algunos con goces más analíticos, con aromas y sabores más medidos, y otros un poco más descontracturados, más ligados a los momentos; pero ambos, sin lugar a dudas, unidos por la resultante de las uvas, de su fermentación, su descanso, su paso o no por madera, su embotellado y finalmente su servido en copa.

El vino y sus instantes

El tiempo nos dicta con su tic tac incesante las horas del día, en donde culturalmente respetamos los horarios de desayunos, almuerzos, meriendas y cenas, pero hay veces que el reloj no dicta las ganas, sino más bien es el momento quien se adueña del tiempo y del descorche.

Las segundas copas, al revés de los amores, suelen ser las mejores, porque ya se hizo ese primer paso, el descubrimiento de los sabores, y es ahí donde el paladar, la lengua y la boca se distienden y se comienza a disfrutar la copa que sigue.

El consejo de quienes saben, los que realmente saben, será siempre el de maridar “vinos con momentos”, con seres queridos, con la visual que elijamos, siempre y cuándo nos agrade, nos encandile y nos llene el corazón de un sentimiento único, de saber que ese “tic tac incesante” se detiene por un instante tras el primer sorbo, y sigue su curso imperceptible en una charla, en una hojeada por la historia de un libro, en el “play” después del “pause”, en el beso con la amada o el amado, y después de ese bocado del plato preferido.

Reunirse con el vino es símbolo de fraternidad, de unión con otros y también con uno mismo, de saber compartir algunos instantes que luego quedarán eternos en la retina, en los recuerdos.

Aún se puede oír el chocar de las copas tras un gol al clásico rival, o el sonido del primer brindis, cuando llega el asador con un despliegue de sabores en su tabla, o de esa noticia que tanto sorprende pero que todos esperaban en una mesa familiar.

El Vino y sus momentos

¿Cuántos sentimientos se encuentran dentro de una copa de vino?
Todos los que queramos es la respuesta, todos esos momentos que deseamos compartir.

Para maridar vinos y quesos, vinos y carnes, vinos y dulces, siempre habrá tiempo, y siempre podrán repetirse, las veces que sean necesarias.
Para maridar vinos y momentos, con quienes elijamos, siempre habrá una buena excusa para hacernos el espacio indicado, o tal vez, improvisado.

Dicen los que saben que el mejor acompañamiento para un vino es la sonrisa y la felicidad del otro. Y cómo dijo un amigo, enólogo :

“No guardes tantos vinos, no sólo porque algunos no están preparados para eso, sino porque además te estás aguantando las ganas de probarlo”.

Todos podemos ser “creadores de buenos momentos” y si es con una copa de vino, mejor.
¡Salud!

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