uvas malbec en argentina

¡Y después del Malbec, más Malbec!

Reflexiones sobre nuestra variedad de uva emblemática.

Hace un puñado de meses, tuve la oportunidad de entrevistar a la genial Laura Catena –acaso, la persona que más sepa de Malbec en el mundo- y le pregunté qué hay más allá de nuestra variedad insignia. Su respuesta, simple y directa, fue: “Más Malbec”.

Aquella frase me dejó pensativo durante unos cuántos minutos. Finalmente, decodifiqué lo que me quiso decir e interpreté que debemos estar siempre embanderados detrás de este magnífico cepaje, que encontró su hogar en la Argentina.

Hay una certeza irrefutable: no todos los Malbecs son iguales. Hoy, en cada microterruño de nuestro vasto territorio, se expresan de manera innovadora y sorpresiva, sin perder tipicidad, ni elegancia.

Esta variedad, súper versátil y con esa clásica “notita de fruto rojo pronunciado”, nos ha llevado a la cima de la viticultura internacional. ¿La buena nueva? Nos seguirá manteniendo en el podio, pues cosecha tras cosecha, obtiene galardones en cada rincón del planeta, a partir de su fineza y amabilidad para cualquier paladar entendedor (y no tanto) de vinos.

Una vez, en una charla que di en una reconocida institución porteña por el Día Mundial del Malbec, que todos conmemoramos con orgullo y emoción, pregunté por qué gusta tanto esta cepa. Quise indagar en los interlocutores las sensaciones que encontraban cada vez que daban un profundo sorbo de este violáceo y seductor líquido báquico.

Recuerdo, también, como si hubiese sido ayer, la respuesta. “Si tomás Malbec, vas a lo seguro”, coincidió, al unísono, el público presente en aquella tarde otoñal. Una vez más, hice una pausa, me detuve a pensar en esa frase y descifré el significado.

Entendí que el Malbec no va a fallar nunca. Los habrá más frutados. Los habrá más robustos. Los habrá más florales. Los habrá más vainillosos, por su paso por roble. Lo cierto es que nunca perderá su distinción, ni su facilidad a la hora de ser degustado.

El Malbec argentino es bueno en cada una de nuestras regiones. En el Norte lo encontraremos intenso, de color oscuro profundo, algo pimentoso, corpulento, pero con las notas de frutos rojos y negros presentes.

En Mendoza, habrá expresiones más florales (Valle de Uco) y frutales (Luján de Cuyo). En cualquier caso, el equilibrio entre azúcar, alcohol y acidez es el eje que traza los diferentes suelos arcillosos, arenosos o pedregosos.

En el Sur, la acidez estará un poco más elevada, aunque esos frutos del bosque nos envolverán de manera seductora.

¿Y en regiones no tradicionales? Anímese a degustar el Malbec que nace en la profundidad de las raíces entrerrianas. Se va a sorprender con esas notas de ciruela marcadas. Porque el Litoral ha sido pionero en materia vínica y merece su revancha malbequera, después que injustamente arrancaran sus vides.

¡De La Quiaca a Ushuaia, de Cuyo a la Mesopotamia, honremos a nuestro rey tinto en su día!
Porque es único.
Porque conmueve.
Porque emociona.
Por esas mil razones más, chin chin.
Y, porque después del Malbec, en la Argentina, haya mucho más Malbec.

¿De dónde viene nuestra cepa símbolo?

El origen del Malbec se encuentra en el sudoeste de Francia. Allí se cultivaba este cepaje con el que se elaboraban vinos denominados “de Cahors” por el nombre de la región.

La conquista del mercado inglés fue un paso decisivo en la valoración de esta cepa en Inglaterra y en el mundo. Hacia fines del siglo XIX, la plaga de filoxera destruyó la viticultura francesa, por lo que el “Cot” cayó en el olvido dejando, sin embargo, una cultura de apreciación del Malbec ya construida.

Sobre esa base se desplegó, un tiempo después, el Malbec Argentino. Esta cepa llegó en 1853 a nuestro país de la mano del francés Michel Aimé Pouget (1821-1875), un agrónomo contratado por Domingo Faustino Sarmiento para llevar adelante la dirección de la Quinta Agronómica de Mendoza. Siguiendo el modelo de Francia, esta iniciativa proponía incorporar nuevas variedades de cepas como medio para mejorar la industria vitivinícola nacional.

El 17 de abril de 1853, con el apoyo del gobernador de Mendoza, Pedro Pascual Segura, se presentó el proyecto ante la Legislatura Provincial, con vistas a fundar una Quinta Normal y una Escuela de Agricultura. Este proyecto fue aprobado con fuerza de Ley por la Cámara de Representantes, el 6 de septiembre del mismo año.

A fines del siglo XIX y de la mano de los inmigrantes italianos y franceses, la vitivinicultura creció exponencialmente y con esta, el Malbec, que se adaptó rápidamente a los diversos terruños que proponía nuestra geografía donde se desarrolló, incluso, mejor que en su región de origen. De esta forma, con el tiempo y con mucho trabajo, se perfiló como uva insignia de la Argentina.

La gestión de Pouget y Sarmiento en la Quinta Normal de Mendoza fue parte decisiva de este proceso.

El 17 de abril es, para Wines of Argentina, no sólo el símbolo de la transformación de la vitivinicultura argentina, sino el punto de partida para el desarrollo de esta cepa, emblema de nuestro país a nivel mundial.

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