Vinos Tintos de verano: otra alternativa para los días de calor

Opciones frescas y frutadas teñidas de color rubí se posicionan como alternativa a blancos, rosados y espumosos en la temporada de verano. 

Llegó el verano, el sol “pega lindo” y los paladares sibaritas ya imaginan el escenario ideal: calor abrasador, traje de baño confortable y atardeceres prolongados con refrescantes copas de vino blanco, rosado o espumoso en mano. El escenario se completa con frapera, piscina, bocaditos esparcidos en la mesa y gratas compañías para vivenciar momentos únicos, relajados.

En jornadas que oscilan entre los 30 y 35 grados, nos resulta difícil pensar en saborear un enjundioso Tannat, un corpulento Cabernet Sauvignon o un siempre especiado Syrah. Sin embargo, podemos pensar en tintos ligeros, para beber uno o dos graditos más abajo (10°-12°). Debemos desmitificar que no se pueden disfrutar líquidos báquicos violáceos en la época más calurosa del año.

La sugerencia del autor de este artículo periodístico son los denominados “Vinos Tintos de Verano”. Créame, son una gran alternativa y sobresalen por su versatilidad a la hora del maridaje. Solos o con elaboraciones livianas, hace un puñado de años empezaron a copar las góndolas de las vinotecas en el período diciembre-marzo.  

Son etiquetas frescas, con maceración atenuada y sin paso por barricas de roble. Ágiles, fáciles de beber, con taninos muy amables, sedosos, tienen la tipicidad varietal a flor de piel. En boca son una explosión de frutas, no evidencian astringencia ni complejidades de productos pensados para la guarda.

En general, vienen con tapa a rosca, packagings con diseños modernos y joviales, graduación alcohólica moderada y buena acidez. Son vinos que han sido elaborados para tomar cercanos al año de cosecha. Es decir, su potencial de guarda es corto y, por ello, les recomendamos descorcharlos rápido, sin esperar al siguiente período estival. 

¿Qué variedades son las indicadas en los tintos veraniegos? Sin duda, todas las loas de la lleva la Pinot Noir. Fina, delicada, con poquísimos taninos y muy amena, esta uva es considerada la “Blanca de las Tintas”. Armoniza bien con pescados, ensaladas, platos balanceados en calorías y carnes magras. Y, por supuesto, se aprecia solo, como aperitivo o “rompe hielo” en diferentes reuniones. 

Otra variedad que brinda frescura, ligereza y frutosidad es Malbec. ¿Quién no disfruta la versión más jovial de nuestro máximo exponente? Es un combo perfecto de fruta, liviandad, amabilidad y un sorbo nos invita a otro. 

También asoman, por allí, las versiones sutiles de los Tempranillo y Sangiovese, dos cepajes que hacen un culto de los frutos rojos, atesoran una acidez envolvente, seductora y, de a poco, conquistan aquellos paladares que empiezan a acercarse al mundo del vino.

Asimismo, podemos imaginar algún Bonarda con maceración corta para exprimir todo su caudal frutal. Si bien es una cepa vinculada a la fruta densa (tipo mermelada), vinificada de manera sutil nos sorprende con creces. Versátil y amena para todos los paladares, a partir de sus notas marcadas a ciruela, frutilla, frambuesa, nos invita a hacer varios brindis.

Lógicamente, los consumidores de vinos robustos, corpulentos y súper sofisticados encontrarán en estas opciones vinos demasiado ligeros. Si usted está entre los consumidores de etiquetas de guarda, con paso prolongado por barricas, por un instante, cambie el chip y póngase en “Modo Vacaciones”.

Lo importante es abrir la mente y dejarse llevar por los encantos de estos exponentes que van de maravillas con platos ligeros, acorde a las temperaturas elevadas que ya se hacen sentir en estas latitudes meridionales. 

Pensemos, entonces, en tintos frescos con pescados, ensaladas variopintas, carnes delicadas y hasta picadas de todo tipo y color. El verano nos impone este tipo de preparaciones, que nada tienen que ver con los suculentos ojos de bife, corderos o pastas rellenas con salsas caseras.

Estas últimas tentaciones culinarias, estimado lector, retómelas en abril/mayo, cuando los días se achiquen y tengamos que desempolvar los abrigos (falta bastante para ello). 

En definitiva, los tintos de verano desembarcan en el mercado para sumarse a los blancos, rosados y espumosos burbujeantes, que pican en punta al borde de la piscina. La conclusión es óptima: sumamos una nueva alternativa para refrescar nuestros paladares. Y eso es una gran noticia, en tiempos en los que el consumo per cápita decrece.

La movida del verano ya llegó y las alternativas se multiplican. Si quiere quedar bien con algún ser querido, no lo dude. Pídale a su vinotequero amigo un par de botellas de tinto ligero. Va a quedar de re churrete y se lo van a agradecer. Quién le dice, en otra oportunidad, el agasajado sea usted, ya bronceado y con ganas de brindar por la vida. Chin Chin. Hasta nuestro próximo encuentro mensual. 

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