Argentina es un Nuevo Viejo País Vitivinícola, que cuenta con más de 4 siglos de vitivinicultura y posee el vino claramente arraigado a su cultura. Con una extensión de Norte a Sur de 3694 km (se sigue ampliando). La longitud es variada y alcanza un ancho máximo de 1500 km.
Si bien hace 400 años está vinculada a la industria del vino, nuestra nación está catalogada dentro de los países productores del Nuevo Mundo. Esta categoría nace por la comparación con los productores de Europa, conocido como el Viejo Mundo. Entre los más tradicionales y añejos, destacamos a Francia, Italia, España y Portugal. En ellos, el cultivo de la vid y la elaboración de estos caldos se remonta al Imperio Romano.
Lo cierto es que, a partir de las diferentes corrientes inmigratorias que se dieron entre fines del siglo XIX y los albores del XX, se fueron desarrollando nuevas regiones productoras en otras latitudes, adoptando las mejores prácticas de aquellos países europeos, pero sin la rigidez de la tradición de esos pagos.
Los “nuevos” países vitivinícolas, reconocidos hoy en todos los cantos, son Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Sudáfrica, Chile y Uruguay. Además, están profundizando sus conocimientos sobre la vid Canadá, Brasil, Bolivia y países del Lejano Oriente, como la India, Japón y China.
El juego de las diferencias
En general, en Argentina y el resto de los países del Nuevo Mundo Vitivinícola, los vinos son habitualmente elaborados para ser consumidos jóvenes, cuando la expresividad de sus aromas, la intensidad de sus colores y la persistencia en boca juegan un papel fundamental. Es allí, justamente, que se distinguen a las claras las respectivas notas aromáticas y tipicidades de cada uno de los cepajes.
Ello se logra a partir de la innovación en las técnicas enológicas, por intermedio de una consistente experimentación en cuanto a técnicas de elaboración y debido a las nuevas tendencias referidas al manejo de viñedos.
Algo que no podemos dejar de destacar es que los vinos del Nuevo Mundo son más fáciles de comprender al ser degustados y que están ganando día a día nuevos adeptos. Además, a diferencia de Europa, las regiones de producción del Nuevo Mundo suelen ser superficies cultivadas más extensas, y climáticamente homogéneas, lo que las hace menos susceptibles a los cambios climáticos. Un dato interesante, en tiempos complejos en cuanto al clima.
Lo tradicional Vs la creatividad
En el Nuevo Mundo Vitivinícola, con énfasis en la Argentina, vemos que hay una gran flexibilidad. Es decir, nos encontramos sin las arraigadas tradiciones que las condicionen o limiten su manera de producir. De este modo, estas prominentes regiones incrementan cada vez más su presencia en todo el planeta con mayor libertad para la experimentación.
Los vinos del Nuevo Mundo se centran en la tecnología y la eficiencia, tanto en la calidad como en producción, tendiendo a adaptarse mejor a tendencias y hábitos de consumo de moda.
Por otro lado, una diferencia que aún perdura es que en Europa las etiquetas conservan el perfil tradicional. En Francia, por ejemplo, aparece la imagen del “chateau” o los viñedos junto al nombre del productor y la denominación de origen. Si uno quiere saber qué va a comprar debe, al menos, saber sobre la zona o el perfil del productor.
El Nuevo Mundo, en cambio, utiliza herramientas de marketing que transmiten un carácter actual y fácil de comprender para el consumidor con diseños y colores que siempre llaman la atención.
¿Varietal o terroir?
Un punto a resaltar en este juego de las diferencias es que los vinos del Viejo Mundo suelen identificarse con el nombre del lugar en el que se encuentra el viñedo, sin hacer referencia a su composición varietal; a diferencia de los del Nuevo Mundo donde habitualmente se indica el nombre varietal de la cepa.
Los europeos no buscan enaltecer la expresión varietal o la mano del enólogo, sino su origen, el denominado terroir. Asimismo, cabe destacar que cada región cuenta con una cepa protagónica, pero generalmente acompañada de otras en el corte. El vino del Viejo Mundo demanda conocimiento por parte del consumidor, pues detrás de cada región hay una expresión y un estilo.
No da lo mismo degustar un tinto de Burdeos, Ródano o Borgoña. Cada uno tiene su identidad y expresión y, para entender esto, es necesario manejar nociones básicas de vitivinicultura. Por ejemplo, en Borgoña los blancos son de Chardonnay y los tintos, de Pinot Noir. Pero, no veremos las variedades reflejadas en las etiquetas. Es un conocimiento que debe tener, a priori, el consumidor.
El Nuevo Mundo se enfoca en brindar al consumidor el mejor producto al precio más justo. El consumidor no paga por un origen o una denominación, y la clave principal no es proteger al productor sino a quién paga y consume la botella.
Vislumbramos que la estrategia de los productores de los países más jóvenes es promover los vinos varietales. Sin embargo, fundamentalmente en la Argentina, el terruño tiene cada vez más peso. Hay un mix entre variedad y lugar de origen. Aquí, tenemos todo un largo camino para desarrollar y experimentar, sin restricciones ni regulaciones tajantes.
En síntesis, el Viejo Mundo es Historia Viva del Vino. El Nuevo Mundo, en cambio, es el Futuro de la Viticultura. El mercado evoluciona hacia diferentes horizontes y en nuestros días todos los productores son protagonistas principales.