Descubrimos los orígenes de la bebida más noble de todas, que nos emociona cotidianamente en nuestras mesas. La llegada de la vid a nuestro país y un futuro promisorio, en pleno crecimiento.
El vino acompaña la Historia de la Humanidad desde tiempos remotos. Brinda un enorme abanico de gustos, a partir de las variopintas regiones, diferentes suelos climas, terruños (terroirs), cultivos y formas de elaboración.
El prestigioso escritor especializado Hugh Johnson (Atlas Mundial de Vinos y Licores) sostiene que “La historia del vino se remonta más allá de nuestros conocimientos”.
Existe una fuerte creencia que los orígenes se remiten a la Edad de Piedra, siendo el vino una de las primeras creaciones del hombre. Esto lo sustenta un dato importante: la uva es el único fruto que fermenta naturalmente. Al dejar su jugo en una vasija, se “hará solo”.
Entre Dioses y Profetas
En la Biblia, Noé fue un agricultor que labró la tierra y plantó una viña, bebió su vino y… ¡se embriagó! Asimismo, sobresalen numerosos poetas que rinden loas al vino en el Antiguo Testamento.
Por otra parte, en la Antigua Grecia, aparece la figura de Dionisos, el dios del vino, que en la mitología romana se convirtió en Baco. A ambos se los representaba robustos, con una enjundiosa copa en la mano y la frente coronada por pámpanos relucientes y en plena sazón.
Las fiestas donisíacas o báquicas eran auténticas bacanales. Lógicamente, en aquel entonces, el vino se apreciaba más por su cantidad que por su calidad. Se obtenían líquidos deplorables, con colores indecisos, dulzones y sin proceso de crianza.
En el Siglo V de da un momento clave: se produce la implantación de viñas en las Galias (Francia). Esto ha sido obra de los romanos, que sentaron los fundamentos de casi todos los mayores viñedos del mundo.
Los testimonios afirman que en aquella época había viñas desde la Provence hasta el Ródano, en el sur francés. Luego, las vides llegaron hasta Burdeos (actual Capital del Vino Internacional).
También se han hallado escritos que aseguran que en el Siglo II ya había viñas en Borgoña, mientras que en el Siglo IV, se apreciaban plantaciones en Champagne, y en las regiones alemanas de Mosela y Rin.
Más cerca en el tiempo, durante el Siglo XIX, se le dio un gran impulso a la vitivinicultura. Sin embargo, casi nos quedamos sin vino por culpa de la filoxera, plaga que atacó los viñedos de los principales países europeos.
En aquellos tristes años, América Latina salvó al Viejo Mundo. Expertos agrónomos descubrieron que las estacas de vid, injertadas sobre pies de viñas, resistían la furia de la depredadora plaga.
Durante el denominado “Período Filoxera” se produjo una caída pronunciada de la industria vitivinícola. Las crónicas hablaban de “Época de Depresión”. En paralelo, se dio un fuerte crecimiento de productores de zonas no afectadas.
Siglo XX y el consumo de mesa
En el Siglo XX, de todos modos, se recuperó la actividad vínica. Pero, la Primera Guerra Mundial modificó las costumbres y aumentó el consumo de vino de mesa.
De hace pocas décadas a la actualidad, se ensanchó el mapa del vino, a partir de la incorporación de zonas importantes, en todas las latitudes.
Hoy, se destacan el Valle de Napa y Sonoma (California, USA), Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, Chile, Uruguay y la Argentina. Cada una de estas regiones tiene características particulares: diferentes variedades de uva y estilos de vino.
Historia del vino en la Argentina
Existen dos teorías en relación a cómo, dónde y cuándo la vid llegó originalmente a la Argentina, más específicamente a San Juan.
La primera sostiene que vino desde Chile; la segunda indica que llegó desde Perú a través de Bolivia. Ambas son probables.
Juan Jufré, fundador de San Juan, es considerado en Chile ser el primer cultivador de la vid en el país trasandino y en América. Se lo menciona como el principal responsable de la difusión de la vid y el vino a través de los largos viajes que realizaba por todo el Imperio Inca, que se extendía hasta las tierras del Cuyum (país de las arenas).
Horacio Videla, en su libro «Historia de San Juan», explica que el suelo argentino donde el viñedo hizo su aparición fue Santiago del Estero, llevado desde La Serena en 1556 por el padre Juan Cidrón en forma de estacas y semillas, cuando este fue a prestar servicio sacerdotal.
Sin embargo, los resultados en Santiago del Estero no lograron ser los deseados. Las plantas fueron, entonces, aprovechadas por otros españoles que ya estaban viviendo en la zona de San Juan, por lo que conocían las bondades de este clima y su aptitud para el cultivo.
Si bien ese fue uno de los motivos de la llegada de la vid a esta zona, la clave fue el parentesco entre Francisco de Aguirre, fundador de Santiago, y Juan Jufré, que contrajo matrimonio con Doña Constanza Meneses Aguirre, hija del español.
La conexión familiar aceleró los tiempos para que la uva llegara antes a San Juan que a Mendoza.
Poco a poco, empezaron a tener protagonismo las uvas criollas, otrora clasificadas como autóctonas. El jesuita sanjuanino Manuel de Morales escribió que estas uvas eran «de una dulzura y gusto extraordinarios, singularmente la del territorio de San Juan».
Una de las más comunes era la Moscatel, en sus dos variedades: de racimo apretado y grano redondo, y de racimo suelto y grano alargado.
A principios del Siglo XVII, ya se contaba con una importante producción de vinos, lo que llevó a buscar nuevos mercados (Buenos Aires). En el Siglo XIX, con la crianza del vino en toneles, se crea la Creación de la Quinta Normal de Agricultura en Mendoza, que fue la primera Escuela de Agricultura de la República Argentina y la llegada del ferrocarril.
El 17 de abril de aquel año, llegan las plantaciones de Malbec, nuestra variedad de uva emblemática. Por ello, desde hace más de una década, en nuestro se celebra esa fecha con algarabía y brindis en todos los cantos, recordando aquel hito.
El dictado de las leyes de aguas y tierras permitió el crecimiento de la colonización, con el importante aporte de los inmigrantes europeos que conocían muy bien las técnicas vitivinícolas y el cultivo de las variedades aptas para vinos finos.
Actualidad de la industria del vino nacional
Los viñedos argentinos se desarrollan entre los 22° y 42° de latitud sur, al pie de la Cordillera de los Andes, a lo largo de más de 2400 km. De Salta a Río Negro, con una diversidad de climas y suelos que hacen de cada región un terruño único de vinos de alta calidad.
Hoy, nuestras regiones siguen en expansión: se vinifica, por ejemplo, en Jujuy y Chubut. Los datos son contundentes:
- Hay más de 200.000 hectáreas plantadas de viñedos.
- Argentina es el quinto productor mundial.
- El Sexto país que más consume esta bebida.
- La preferencia indiscutible en variedades tintas, con énfasis en Malbec y Cabernet Sauvignon.
- Geografía: Entre los paralelos 22° y 42° de latitud sur, al pie de los Andes (Más de 2400 km de longitud).
- Suelos: Profundos, permeables y pobres en materia orgánica, lo que favorece el desarrollo de la vid.
- Actualmente, la Argentina está realizando un giro muy importante en su vitivinicultura.
- Grandes inversores nacionales y extranjeros ya han comprado parte o su totalidad de las bodegas y tienen tierras.
- Enólogos prestigiosos, como Michel Rolland, Alberto Antonini y Paul Hobbs, asesoran permanentemente bodegas de Mendoza y Salta.
- Según el INV, los principales compradores de vinos argentinos son USA, Reino Unido, Brasil, Canadá, Países Bajos, Rusia y Alemania.
- A raíz de este sostenido crecimiento, MENDOZA ha sido considerada entre las OCHO CAPITALES DEL VINO. El selecto grupo de regiones vitivinícolas fue creado para distinguir el proceso de elaboración de vino.