Llegó la temporada más fría del año y te recomendamos las mejores opciones a la hora de combinar vinos corpulentos con platos calóricos, ideales para combatir las bajas temperaturas.
Las menguas temperaturas invernales han llegado a todo el país para quedarse durante un puñado de meses. Es tiempo de abrigarse bien, encender calderas, estufas y fogones. Y también es momento de incorporar en nuestro cuerpo alimentos con buen tenor calórico.
Guisos de lentejas, locros, crabonadas, sopas cremosas, chorizos a la pomarola y pucheros copan la parada, siendo los grandes protagonistas de la época más gélida del año en estas latitudes meridionales.
Elaboraciones contundentes, intensas y vigorosas, a la hora del maridaje, piden a gritos vinos tintos de buen cuerpo, robustos, con notable estructura, presencia tánica y paso por barricas.
En este caso, la combinación o acuerdo enogastronómico debe ser por concordancia o similitud. Es decir, para platos densos, power, que llenan cuerpo y alma con esa mágica sensación de calor interior, se necesitan líquidos báquicos que también posean buena fluidez, presencia y tenor alcohólico en boca.
¿Cuáles serían las mejores opciones?
El siempre versátil Malbec (nuestra variedad insignia) con una crianza de 6 a 12 meses en roble; un enjundioso Cabernet Sauvignon, con sus clásicas notas de pimiento verde y vigorosos taninos; un especiadísimo Syrah, con sus aromas seductores y misteriosos de nuez moscada, canela y clavo de olor, es ideal para combatir el frío; un sutil Cabernet Franc, con sensaciones de frutos negros y vegetales a flor de piel; un Tannat o Petit Verdot, que atraviesan nuestro paladar con su complejidad y astringencia difícil de domar; o un buen Bonarda, que siempre nos deleita con esa categórica fruta tipo mermelada en el retrogusto.
Todas estas variedades tintas se caracterizan por dar caldos sofisticados, con buen potencial de guarda y corpulencia desde el color, hasta el bouquet (conjunción de aromas). Perfectos cepajes para blends o vinos de corte, se convierten en otra muy buena alternativa para estar en sintonía con las elaboraciones invernales.
Del clásico assemblage Malbec Cabernet Sauvignon a infinitas posibilidades que incluyen uvas no tradicionales (Tempranillo, Sangiovese, Criolla), son perfectos para potenciar el tenor graso de variopintos guisados, carnes asadas, pastas rellenas con salsas potentes y otras creaciones gourmet anti frío.
De todos modos, aquellos que prefieren beber vinos más sutiles, delicados, sin tanta complejidad también pueden disfrutar de un maridaje en estos meses que nos obligan a sacar campera, gorro y bufanda.
Recomendaciones infalibles
El siempre leve pero interesante Pinot Noir (la uva más romántica de todas) en tándem con un rico salmón ahumado con papines o una suculenta trucha con queso azul. Mix calórico infalible, pensado a partir de una armonización refinada.
Otra variedad tinta clásica para pescados es Merlot. La más elegante de todas las latitudes, con sutil paso por barrica, queda de maravillas con la clásica paella de frutos de mar (hecha a la manera invernal) o un rico pacú a las brasas con papas a la crema.
Asimismo, son válidos los maridajes por contraposición. Cuando los opuestos se atraen, el resultado puede ser maravillosamente óptimo. En épocas de días cortos y grisáceos, esto sucede entre vinos blancos y elaboraciones picantes (en general, picor más picor juega una mala pasada post prandial).
Así, se entienden de pé a pá las contundentes empanadas salteñas con un súper aromático Torrontés (su acidez rebaja el tenor picoroso de esta preparación regional); el tradicional pollo al curry (nunca falla) con un voluminoso Viognier y sus marcadas notas florales; o un exquisito solomillo de cerdo a las finas hierbas con un Chardonnay joven, sin marcadas notas lácticas.
En definitiva, las posibilidades de maridajes entre vinos y platos invernales son infinitas y, por supuesto, dependerán de la preferencia particular del consumidor. Los ejemplos mencionados son una guía para experimentar sensaciones que se potencian y complementan al unísono. El objetivo es apreciar de la mejor manera las numerosas características organolépticas.
Alguna vez, un recordado político nacional dijo “Hay que pasar el invierno”. Y qué mejor que hacerlo con vinos musculosos y platos briosos, que nos den el calor indicado que precisa nuestro cuerpo hasta el advenimiento de la primavera.
Varietales o blends, lo importante es jugar con las posibilidades y animarse a probar nuevas combinaciones, más allá del gran favoritismo por el Malbec. Juéguesela, haga su propia combinación invernal y después me cuenta. ¡Hasta el mes que viene!