Recomendamos los mejores acuerdos enogastronómicos entre pastas y vinos, ideales para disfrutar una extensa y entrañable mesa familiar el fin de semana.
¿Qué vinos acuerdan con las pastas? He aquí una de las grandes preguntas que los paladares locales se hacen una y otra vez.
En primer lugar, es preciso recalcar, con mayúsculas, un término imprescindible: VARIEDAD. Existe un sinfín de salsas y rellenos, que se pueden acompañar por ingredientes tan diferentes como crema, tuco, panceta, vegetales, hongos y mucho más.
Hoy, la oferta se multiplicó: hace años hablábamos de ravioles rellenos de ricota, verdura o pollo. Ahora, en cambio, el contenido de un raviol es infinito: de calabaza a cordero, de pollo a cerdo, pulpo, salmón y hasta pato. Mientras un asado siempre tendrá a la carne roja como base y a una pizza nunca le faltará queso, en el caso de las pastas es casi imposible generalizar un maridaje específico.
Piensa en Colores
No tenemos que pensar en el producto en sí (pappardele, tagliatelle, ñoqui o raviol). Lo que interesa son los colores. Siempre nos fijamos, primero, en el color de la salsa y, en caso de que corresponda, también al del relleno. Así, a salsas claras, les corresponderán vinos blancos. A salsas oscuras, le sentarán mejor los vinos tintos. En relación con los rellenos, seguiremos la misma línea.
Pensemos, por ejemplo, en pastas con vegetales, cremas, quesos, pesto, capresse o simplemente alioli. Podrían ser unos exquisitos ravioles verdes de calabaza a la manteca o ñoquis de queso de cabra. En estos casos, lo ideal es acompañar con un vino blanco, ligero, fresco y aromático.
Una muy buena opción sería Sauvignon Blanc, que acompañaría de maravillas a partir de su frescura, acidez envolvente y aromas de hierbas y minerales. Otra alternativa, un Riesling ligero. Si la pasta tiene un fuerte componente de carne (fideos a la bolognesa) o de pescado (fettuccine nero seppia ai gamberi), la sugerencia en este caso son blancos, pero con cuerpo y crianza en madera para equilibrar con la intensidad del plato.
Un excelso Chardonnay de gran cuerpo, acidez refrescante y marcadas notas a frutas con carozo se convertiría en el maridaje ideal.
Plan B: un Viognier floral, complejo, sutilmente picoroso.
Atención: Si nos gustan las pastas con cremas y hongos, también nos inclinaremos por un Chardonnay con interesante descanso en roble o un Tempranillo simple, frutado.
Si vamos a preparar unos pappardele neri con atún, tomate fresco y pesto o tagliatelle alla panna funghi, el consejo es ensamblar el plato con un Pinot Noir. Esta variedad es de las más delicadas tintas con aromas terrosos (las cuales se complementan con los hongos) y a frutos rojos.
Como se adapta a climas más frescos, presenta una acidez bien marcada, perfecta para maridar cuando un plato no es ni tan ligero para un blanco, ni tan graso o intenso para un tinto. Lo mejor siempre es beberlo fresco, entre 14 y 16 grados, para resaltar su acidez.
¡Atención a la intensidad!
A medida que incrementamos la intensidad de color, sabor y texturas, necesitamos vinos con cuerpo, envolventes, de taninos firmes y redondos que estén a la altura del plato.
Así, ya empezaremos a pensar en un Malbec corpulento, con gran expresión de fruta, taninos redondos, «carnoso» y fresco a la vez, de estilo moderno, con una crianza en roble francés de doce meses.
Una pasta (a elección suya, lector), salteada en manteca y especias, sería un tándem perfecto, una dupla imbatible para satisfacer el paladar.
Una gran elección, también, sería un intenso Cabernet Franc con buen cuerpo, notas pimentosas, criado doce meses en roble francés. O, por qué no, un blend de Cabernet Sauvignon y Merlot, con buena fruta, cuerpo, equilibrio y frescura. Ideal para acompañar fideos caseros con estofado de ciervo u otra carne de caza.
Si nos inclinamos por el Bonarda, de carácter frutado, especiado y floral, complejo, que nos deja la boca fresca y fluida, con firme acidez que equilibra fruta, taninos y alcohol, el mejor complemento serían unos suculentos ñoquis a la bolognesa. Ojo, un Petit Verdot, con sus taninos agarrados y presentes, irían de maravillas con este tipo de salsa cárnica.
¿Y qué pasa con el Syrah, siempre exótico y seductor, destacado por su fruta confitada, aromas especiados y frutados, con delicadas notas ahumadas? Va con todo tipo de pastas secas y frescas, con salsas suaves y poco condimentadas. Aquí, haríamos un maridaje por contraposición.
En definitiva, las opciones son in eternum y se multiplican por doquier. Es cuestión de hacer la propia elección y dejarse llevar por el fascinante arte del maridaje. ¡Salud!