Nuestro cuerpo está repleto de sensores que interactúan con el exterior, solo tenemos que estar atentos a esos estímulos y aprender a poner las palabras justas para describirlos. Además cualquier comida o bebida se puede degustar, incluso el agua. De eso se trata esta nota, de algunos tips para que evalúes un vino y que la “degustación” no sea un “cuco”.
Degustar bebidas o comidas, en el fondo, es igual para todas. El secreto es prestar atención a ciertas sensaciones para diferenciarlas y describirlas, y esto te permitirá decir un “me gusta/no me gusta pero por tal cosa…”. Aprender sobre tus sentidos te permite disfrutar más, elegir mejor y charlar sobre el tema.
El vino es la bebida de las “sutilezas”, cargada de aromas, gustos, emociones, historia y cultura como ninguna otra, y es por ello que es una bebida tan apasionante para muchos de nosotros.
En primer lugar le digo que con el vino disfrutaremos de estímulos visuales, gustativos y aromáticos (casi obvio ¿no?) pero además hay estímulos táctiles en la boca. Pero en segundo lugar, si al reconocimiento y descripción de estos estímulos le sumamos algunos conocimientos de la elaboración y química del vino podremos hacer de “detective” y sacar conclusiones del pasado del vino en cuestión (será tema de una nota venidera). Le dejo un simple ejemplo: el color del vino nos puede guiar a los años que han pasado desde su elaboración, ya que este parámetro cambia a través del tiempo. Por todo esto es que hay libros, revistas, y blog tratando el tema.
Estará diciendo…está bien, mucha teoría para mi, ¿ y la práctica donde está?. Ya he leído hasta acá, hasta tengo el vino en una copa, ¿ahora qué hago?. Bueno, yo le digo, acá unos simples pasos para comenzar evaluar el vino como un experto.
Paso 1: El color del vino
Los vinos tintos nuevos, dependiendo de la variedad y la elaboración, presentan colores que van de los rojos violáceos o azulados al rojo carmín, mientras que los vinos blancos entre los colores verdosos o dorados. Pero además de describir el color del vino podemos evaluar la intensidad de ese color. Un truco práctico para los vinos tintos: incline la copa y ponga los dedos atrás de ella. Podrá determinar si el color del vino es más o menos intenso según su grado de transparencia y cuan borrosos se ven sus dedos. Lo mismo se puede hacer con una servilleta o mantel blanco. ¿Es bueno o malo que tenga mucho o poco color? Depende de sus gustos.
Paso 2: Los aromas
Lo que uno espera de un vino es que sea aromático, es decir, con intenso o con “potencia en nariz”. Pero por otro lado no es lo mismo olfatear un solo aroma que una gran variedad de ellos y que encima cambien con el tiempo. A los primeros se los llama “planos” y a los segundos “complejos”. Si uno quiere jugar con el olfato seguramente serán más interesantes los vinos “complejos”.
Y por último podemos intentar determinar y clasificar a esos aromas que olfateamos. Así, por ejemplo, hay aromas frutales, herbáceos, aromas que provienen de la fermentación, aromas que provienen de la madera, etc. Esta es la parte más romántica de la degustación. Otros dirían que es la parte del “verso”.
Paso 3: El gusto
Con respecto al gusto lo primero que tenemos que saber es cuales existen. El amargo, el dulce, el ácido o agrio, y salado son reconocibles por nuestra boca. Nos pueden gustar más o menos, pero lo que es seguro es que tienen que estar bien combinados para que la bebida nos parezca agradable de tomar. Esto deriva a otro concepto a evaluar que se llama “balance”, es decir que las sensaciones gustativas estén equilibradas, que ninguna sea tan dominante que nos llegue a molestar. Caso típico es la acidez, que cuando está mal manejada puede llegar a ser molesta.
Paso 4: El tacto
Tal vez uno de los sentidos tan apasionantes como olvidados. La boca tiene piel y por lo tanto receptores táctiles para hacer algunas evaluaciones con el vino. La primera y tal vez la más obvia, es la temperatura, pero también podemos evaluar si la bebida nos genera “leves pinchazos” o “aguja” debido al gas carbónico. También podemos detectar la famosa astringencia que es esa sensación donde la boca nos queda áspera y se nos seca (por ejemplo con un café o té cargado). El cuerpo del vino, es decir su densidad en boca, y la sensación de ardor que produce el alcohol, también son detectadas por el tacto.
Consejo final
Todos los pasos anteriores son útiles para saber “qué hacer” frente a una copa de vino. Pero hay algo que todavía no le dije: para degustar una bebida o comida, hay que estar conectado con uno, con sus sentidos y dejar atrás las cuestiones del día a día. Nuestra vida sensorial siempre está relegada por cuestiones de “agenda”, así que mi consejo es que se de un momento del día o de la semana para sentir.
Compre una botella de vino, juegue con sus sentidos, anote en un papel lo que le salga o le venga a la mente. Cuando haga esto repetidas veces verá que ya estará describiendo un vino como un campeón. ¡Salud!