Frescos, frutados, ágiles, ligeros y, como solemos decir, “peligrosamente” fáciles de beber. Así son los vinos jóvenes, ideales para beber dentro de su año de cosecha o a lo sumo uno o dos años posteriores. Solo de este modo podremos apreciar todas sus virtudes organolépticas.
Pero ¿qué son los vinos jóvenes? Y, sobre todo, ¿cómo darnos cuenta que estamos frente a uno de ellos? Desde BordeRío te lo explicamos con lujo de detalles.
¿Qué son los vinos jóvenes?
Se denomina vino joven a aquel que, una vez finalizado el proceso de elaboración, se estabiliza y prontamente sale al mercado. Sin paso por barricas ni estiba posterior en botella. Su rápida salida tiene que ver con un estilo de vino sin complejidades y de fácil interpretación para el consumidor.
En general, los vinos blancos y rosados son el emblema de esta categoría. Pura expresión frutal en nariz y boca, sin contacto alguno con la madera, son los primeros en aparecer. Las uvas suelen cosecharse a principios de febrero (temprano) para que el futuro vino brinde acidez envolvente, refrescante y vívida.
Malbec, Bonarda, Merlot y Pinot Noir son cepajes versátiles para darnos vinos dinámicos y tomables. De todos modos, en el mercado irrumpieron los Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y hasta Syrah y Petit Verdot, elaborados de un modo moderno, sin tanta robustez ni complejidad.
¿Cuál es el objetivo de estos? Cautivar a los amantes de los vinos jóvenes a partir de cepas consideradas “duras” o astringentes.
¿Cuándo están disponibles estos vinos?
Generalmente, los vinos jóvenes salen al mercado entre julio y agosto. Al tener una notable frescura y ser expresivos y dinámicos son ideales para beber en primavera.
Claro que se pueden disfrutar en un corto tiempo. Es decir, a diferencia de los vinos Reserva o Gran Reserva, con prolongada crianza en barricas de roble, los vinos jóvenes no tienen un largo potencial de guarda, por ello, su curva de vida óptima no supera los dos años.
También hay una nueva tendencia de tintos jóvenes o denominados “de verano”. Poca concentración de color, escasa carga tánica y bajo tenor alcohólico son sus principales características.
¿Cómo reconocer un vino blanco o rosado joven?
Los blancos jóvenes, desde el color son inconfundibles. Tonalidad amarilla pálida o transparente, con reflejos verdosos marcados y una notable brillantez. En cambio, un vino blanco evolucionado presenta un tono mucho más oscuro, opaco y con reflejos ocres o caoba. Además, ese verdor pasa a ser dorado profundo.
En el caso de los rosados jóvenes, la tonalidad es rosada con reflejos casi imperceptibles. Hoy en la Argentina hablamos del “Estilo Provence”, en sintonía con la región francesa que mejores vinos rosés elabora en el mundo. Recordemos que hace un puñado de décadas los rosados tenían un color muy intenso que no era agradable para la vista de los sibaritas curiosos.
Mientras que un vino rosado evolucionado tendrá un color anaranjado, con matices tejas pronunciados. Aquí, la diferencia de color es notable.
En ambos casos (blanco y rosado), en nariz encontramos una gran expresión de fruta y flor, dándonos aromas muy intensos, profundos y contundentes. Sin duda, son perfumes muy agradables, que nos invitan a tomar una copa.
Como mencionamos anteriormente, en boca son muy fáciles de beber, con una acidez fresquisima, un volumen medio o bajo y un final corto, lo que nos hace salivar y pedir otra copa. Por supuesto, siempre debemos beber con moderación y responsabilidad.
¿Cómo reconocer un vino tinto joven?
En relación a los tintos jóvenes, los colores son violáceos, púrpuras o rubíes, límpidos y brillantes. En nariz son una oda a la frutosidad, pues son pura expresión de la variedad. Aquí no habrá notas de vainilla, coco o notas terciarias que conforman el famoso bouquet del vino.
En boca, son muy bebibles y nos dan la sensación de frescura de principio hasta el retrogusto, que también es corto, pero con sensaciones muy amables.
Por otra parte, hay una nueva tendencia en la Argentina a elaborar vinos con maceración carbónica, al estilo Beaujolais Nouveau, súper ligero y tomable.
Falta menos de un mes para la primavera y es tiempo de disfrutar, en su justa medida, las virtudes de estos vinos jóvenes, frescos y frutados, que se pueden beber solos, como aperitivo, o en compañía de elaboraciones ligeras, típicas de la temporada estival que se avecina. ¡Salud y hasta la próxima semana!