Movidos al calor de Instagram y otras redes sociales, donde solo importa la apariencia y poco el contenido en sí, un grupo de jóvenes emprendedores españoles lanzó una propuesta arriesgada, innovadora y polémica: un vino azul.
“Intenta olvidar todo lo que sabes sobre vino. Intenta desaprender las 60 denominaciones de origen de vino en España, las normas de servicio y todo lo que dijo aquel sumiller en un curso de cata al que te invitaron. Olvida las tradiciones y olvida que hablamos del líquido que representa la sangre de Cristo en misa. Ahora abre los ojos, ¿qué ves? Una bebida dulce, azul y con 11,5 grados de alcohol. Eso es Gïk”.
Así definen los seis jóvenes emprendedores su producto, apoyados en el marketing, la innovación tecnológica y la dinámica de las startups. En una industria del vino como la española, enorme pero con el consumo anquilosado, el lanzamiento parecía lanzar una bocanada de aire fresco al mercado, sin embargo los bodegueros enfurecieron. Y cuando Aritz López, uno de los socios, lanzó que “ni siquiera nos gusta el vino”, los bodegueros tradicionales ya no sabían si llorar o colgarlos de la plaza del pueblo.
Porque este mar es azul, como el vino azul…
«La del vino es una industria profundamente tradicional, con unas reglas muy estrictas y donde reina cierto elitismo, la convicción de que sólo los paladares expertos, curtidos en mil catas, pueden realmente apreciar en su plenitud un buen caldo», aseguró López para la BBC y explicó que ellos querían revolucionar ese concepto. Para desarrollarlo contaron con el apoyo de la Universidad del País Vasco, que aportó el conocimiento químico para lograr el color.
El vino es elaborado con uvas provenientes de varias zonas de España (incluso mezclando tintas y blancas) y se le agregan edulcorantes no calóricos. Este procedimiento, conocido como chaptalización, les permite sumar dulzor manteniendo el concepto light tan acorde con la época. Finalmente se le agregan dos pigmentos: antocianina (proveniente de la piel de las uvas) e indigotina. ¡Voilà, ya tenemos vino azul!
El sonido y la furia: opiniones del vino Azul Gik
La llegada a las góndolas de Gik produjo un gran revuelo y mucha curiosidad. El anzuelo de un vino más “instagrameable” y divertido picó y lograron vender, según sus creadores, unas 100.000 botellas a 8 euros cada una. Quienes lo han probado aseguran que es un vino bastante anodino y dulce, aunque con un público que lo disfruta y que no es asiduo consumidor de vinos de calidad.
Más allá del producto, en Europa se generó todo un ruido que incluso llegó a instancias legales. Por un lado están los que ven con buenos ojos cualquier innovación que permita revivir y desacralizar una industria del vino en retroceso. Refieren que propuestas como esta permiten abrir puertas y que mientras que siga siendo vino no hay porque preocuparse, al fin y al cabo no atenta contra los productores tradicionales a los cuales estos jóvenes no prestan atención. Además, pensar que sea una tendencia que imiten todas las bodegas y de golpe tengamos la góndola llena de vinos de colores es un pensamiento más que alarmista.
Por su parte quienes se oponen a Gik plantean que es un insulto a una industria con años de tradición y a generaciones de viñateros. Para ellos, el agregado de productos químicos atenta contra el concepto del vino, que es un producto natural y que, cada vez más, tiende a volver a la escasa intervención.
Debates a un lado, la cosa llegó a la justicia española y hubo un fallo este año que prohibió el uso del término “vino azul”. “El término de ‘vino azul’ no se encuentra entre las 17 categorías de productos vitícolas mencionadas en el Anexo VII parte II del Reglamento 1308/2013 de 17 de diciembre de 2013. Lo más parecido es ‘vino’, pero no existe ‘vino azul’”, dice la sentencia y obligó a los empresarios a aclarar en las etiquetas que el producto es 99% vino y 1% mosto (al que se le agrega el edulcorante y color). Aunque parezca una cuestión de semántica afectó bastante sus campañas de marketing y quizá la imagen que el público se hacía de ellos. Sin embargo, los jóvenes vascos recogieron el guante y lanzaron que “el nuestro es un vino que rompe las tradiciones y las reglas y que además no sabe a vino, así que se puede considerar un antivino” y que “no vendemos vino a los puristas sino a los hijos de los puristas”.
La polémica está abierta: ¿es vino o no es vino? ¿es blasfemo o no? ¿Vale la pena discutir propuestas así? ¿Es el camino para acercar a más consumidores a esta noble bebida?