Diciembre pareciera ser el “fin de semana del año”, y si bien de cierta manera es un caos, también comenzamos a sacar un poquito el pie del acelerador de nuestra rutina y aprovechamos más el tiempo libre que tenemos.
Estamos en las puertas del 2018, y las despedidas del 2017 se suceden una tras otra. Cenas con amigos, compañeros del trabajo, juntadas improvisadas, y hasta reuniones con “los chicos de la secundaria”. En mi caso, todo lo que rodea una reunión tiene un buen vino en la mesa.
Diciembre también es algo particular, porque los tema centrales e inevitables en esas reuniones son las vacaciones y las fiestas, la curiosidad por saber con quién pasaremos Navidad y Año Nuevo.
Está muy de moda viajar para celebrar las fiestas, sobre todo, para recibir el año, pero otros mantenemos la costumbre de la clásica reunión familiar.
A lo largo de los años, y del calor creciente en nuestro país – en algunas zonas más que otras – ha hecho que los menúes vayan variando. Las madres y las abuelas ya no se encierran a cocinar desde temprano esas carnes al horno, pollos rellenos y preparar entradas varias de esas cenas que tenían más de 3 pasos. Algunos mantienen el ritual del asado, otros llegan a “sacrificarse” al lado de un horno para hacer alguna pata que a la noche se lucirá entre dos panes y salsas varias.
Los sandwichitos, el vitel toné, los arrollados fríos, y hasta, en algunos casos, las ensaladas, han ganado espacio ante tanta comida calórica, con la lógica de ingerir alimentos que ayuden a combatir ese calor veraniego.
A la hora de tomar nos encontramos con algunos cambios también. Los aperitivos fáciles y rápidos de hacer, han vuelto con mucha fuerza. Vermuts, bitters, fernet, gines, que mezclados con gaseosas, soda o jugos, hacen más amena la espera de los platos principales.
Para el, o los platos principales, el vino tinto en cualquier de sus cepas, es un elegido rápidamente por aquellos que gustan de las carnes asadas, y hasta de los sándwiches de patas. Su maridaje es acorde al momento y a los sabores en boca.
Pero quiero detenerme en los vinos blancos y rosados, que, por su acidez, ligereza y sabores más frutados, suelen ser una excelente alternativa ya que se sirven fríos.
Blancos y Rosados para estas Fiestas
Un vino rosado muy concentrado, servido a una temperatura de 10º C, puede acompañar perfectamente carnes, pero también puede ser ideal para ensaladas y pescados si se trata de un vino rosado ligero y servido bien frío (5ºC).
Volviendo a los aperitivos, actualmente se estila mucho a cenar con estos cócteles, por tratarse de bebidas refrescantes que acompañan muy bien los menúes de verano. Recordemos que todo ayuda a aplacar un poco los calores de estos lares.
EL vino blanco suele ser un excelente ingrediente a la hora de preparar, por ejemplo, un Spritz.
El Spritz es un aperitivo italiano a base de un “bitter” combinado con proceso o vino espumante, típico de las épocas veraniegas. En algunas de sus versiones suelen estar presentes la preparación con vinos blancos, dependiendo del gusto que se le quiera dar al cóctel, puede ser más aromático, ácido o dulce.
Por ejemplo:
Si lo preparamos con un Torrontés, uva emblemática de nuestro país, le va aportar aromas florales.
Al prepararlo con Sauvignon Blanc el cítrico estará más presente, con aromas y sabores a lima, limón, ideal para acompañar platos fríos.
Para los amantes de lo dulce, se sugiere combinar el bitter con vino blanco démi sec o cosecha tardía.
¿Cómo se calcula la cantidad de vino para la cena?
Un tema no menos importante es la cantidad per cápita de bebidas, en este caso, de vinos.
Si bien no tenemos que quedarnos cortos, tampoco hay que gastar demás.
El asado, por ejemplo, suele calcularse a medio kilo por persona, una regla básica que el buen asador y anfitrión sabe. En el caso del vino, se trata de un promedio y va a depender mucho del perfil de los comensales.
Para una cena por pasos, como suelen ser la de las fiestas, hay que considerar un aperitivo, una entrada, un plato principal y un postre (o varios, dado por la mesa dulce de las fiestas). Lo ideal sería tener cuatro estilos de vinos bien diferenciados.
Yendo a los números, para una comida de 10 personas, teniendo en cuenta que todos son adultos, podríamos abrir el apetito con una copa promedio por persona, aproximadamente 90 ml. Aquí con dos botellas deberían alcanzar perfectamente.
Al momento de la entrada, una opción podría ser la de vino blanco o uno rosado. Aquí calculamos una copa por persona, es decir unos 120 ml. Con dos botellas será suficiente (podría ser una de blanco y una de rosado, para ganar en variedad).
Al momento del plato principal, y teniendo en cuenta que se sirva comidas que acepten las variedades tintas, se calcula un promedio de dos copas por comensal.
En el caso de los tintos la medida es apenas superior a la de los blancos, una copa de tinto representa unos 150 ml., por lo tanto, para 10 personas, 4 botellas de 750 ml.
Cerrar la cena con un postre y con un vino que maride, habrá que tener en cuenta el tamaño de la botella.
Teniendo en cuenta nuestras costumbres de brindis con espumantes, que en general vienen en botellas de 750 ml, bastará con 1 sola, pero en las fiestas los brindis se extienden, así que agreguemos 1 más por las dudas.
El consumo final en una mesa de 10 adultos, y en una cena de pasos, quedaría conformada por:
Aperitivo: 2 botellas
Entrada: 2 botellas
Plato principal: 4 botellas
Mesa dulce / brindis: 2 botellas
Este cálculo es meramente un promedio dependiendo del tipo de consumidor, y sólo teniendo en cuenta que se tomará vino en cualquiera de sus variedades.
Las fiestas son un momento para vernos unidos, en paz y fraternidad, y si ese momento es acompañado con una copa de vino, ¡mucho mejor!
🍷 Chin chin 🍷