Unos son complejos y perfeccionan características organolépticas específicas de los cepajes. Otros, en cambio, brindarán al máximo la tipicidad de una uva en particular. ¿Cuáles son mejores? Todo depende del gusto personal.
En materia vínica, nadie tiene la razón absoluta. Más allá de teoremas, leyes, explicaciones técnicas y reglas no escritas, en definitiva (y aunque suene trillado), el mejor vino es el que más nos gusta. Este antiguo leit motiv también aplica a la hora del maridaje. Cada uno debe hacer la combinación enogastronómica que más le satisfaga, más allá de las tendencias o los power points enseñados en clase.
En este contexto, surge el interrogante: ¿Son mejores los blends o los varietales? ¿Qué debemos escoger? Nuevamente, la respuesta estará en el organismo particular del consumidor. Para ciertos paladares, los cortes o combinaciones de diferentes cepas son el máximo elixir. Por otra parte, hay quienes disfrutan con creces la máxima expresión de la fruta y tipicidad varietal.
Varietales Vs Blends
Vayamos por parte. Antes de adentrarnos en el tema, es importante aclarar qué son estos vinos. Según nuestra legislación, un varietal está compuesto por una sola uva o, al menos 85% de una misma cepa. En cambio, los blends (denominados, además, assemblages, coupages o cortes), combinan dos más variedades, en diferentes proporciones. En nuestro país, las mezclas tradicionales son 50%-50% y 60%-40%.
¿Qué nos brindan los varietales?
A través de estos líquidos báquicos, conoceremos las características más intrínsecas cada una de las uvas. Por ejemplo, en un Malbec, encontraremos aromas marcados a frutos rojos, violeta, ciruela o lavanda. En un Syrah, en cambio, nos adentraremos en el mundo de las especias (suelen aparecer notas de nuez moscada, pimienta blanca, clavo de olor). En los Cabernet, nos toparemos con tintes piracínicos (pimiento rojo y verde), robustez y algo de astringencia. Asimismo, en los Pinot Noir detectaremos sutiles toques de frutilla, frambuesa, mora, cassis y hasta perfumes terrosos.
A la hora de los blancos, por ejemplo, los Sauvignon Blanc sorprenden con sus notas cítricas, verdes (arveja, espárragos) y ruda. Los Chardonnay nos engalanan con sus untuosos sabores “mantecosos”, lácticos y de frutos secos (nuez, avellana, almendra). Los Torrontés nos hacen asociar los sentidos a la uva de mesa, el jazmín, la rosa blanca y las frutas tropicales. Y el Viognier, nos lleva a las especias y flores como la madreselva.
Todos estos cepajes (y muchísimos más; por una lógica cuestión de espacio no los mencionamos) expresan sus características plenas en los varietales. Dan lo mejor de sí y brindan su tipicidad en toda su dimensión para agradar a los paladares sibaritas curiosos. En general, son productos frutados, en los que predominan los aromas primarios (genéticamente presentes en la uva y el terruño), aunque también adquieren complejidad si descansan un tiempo en barricas de roble. De todos modos, aunque tengan más cuerpo, los varietales siempre nos darán un pantallazo general de cómo es una uva en particular.
La elegancia de los blends
Damos vuelta la página y nos trasladamos al fascinante universo de los vinos de corte. A diferencia de los varietales, los blends suelen ser más difíciles de analizar, sobre todo si son degustados a ciegas.
En un assemblage aparecerán un sinfín de notas combinadas de manera refinada, sutil, sofisticada. Si bien el corte típico nacional es Malbec con Cabernet Sauvignon, las opciones se multiplican y son infinitas.
¿Qué busca un enólogo a través de los cortes? Aportes ensamblados y mancomunados de las uvas, para que, al unísono, sean una de las mejores sinfonías jamás tocadas. Así, uvas con pronunciados tintes a frutos rojos (Merlot, Malbec, Pinot Noir) se suelen combinar con otras más corpulentas (Cabernet Franc, Tannat, Petit Vrdot, Cabernet Sauvignon), afín de ganar estructura, robustez y presencia en el paladar.
El perfil cambia radicalmente. Los blends nos hacen meditar unos cuántos minutos (copa en mano), hasta que logramos descifrar cómo es su composición. Muchas veces, su paso por roble los hacen aún más interesantes y misteriosos. Incluso, los maridajes van de la mano con elaboraciones gastronómicas que presentan innumerables colores, texturas y sabores.
En definitiva, ¿qué debemos beber? Lo que más nos haga feliz.
La recomendación para aquellos que estén dando sus primeros pasos en el mundo vinófilo es que empiecen a descubrir (siempre con moderación) los varietales. Conozcan sus características, sus notas de cata y sus bondades. Luego, el siguiente paso será ver cómo se comportan esos cepajes en compañía de otro partener. ¡Chin chin y hasta la próxima nota!