Cada suelo le imprime al vino características organolépticas específicas y particulares. El denominado terroir imprime notas únicas, especiales y determinantes en el líquido báquico. Por eso hoy, que se celebra el Día Internacional de la Conservación del Suelo, venimos a contarte cómo influye este factor en la calidad del vino.
Hijos de la Revolución Californiana, en Argentina, históricamente, cuando hablamos de un vino, hacemos referencia a la variedad. Malbec, Cabernet Sauvignon, Torrontés o Chardonnay, son solo algunos de los cepajes más salientes que mencionamos cuando pedimos una etiqueta.
Sin embargo, en el último decenio, el lugar, pago o terruño empezó a tener enorme importancia. Hoy, los paladares vinófilos, antes de seleccionar una etiqueta, consultan si es de Cafayate, Valle de Uco (con sus variopintas subregiones), Entre Ríos, Luján de Cuyo, San Patricio del Chañar o cualquier latitud que atesore viñedos.
Veamos entonces cuál es la relación entre el suelo y la calidad del vino.
¿Qué tipo de suelo necesita la uva?
En términos generales, podemos afirmar que el suelo óptimo para la vid debe ser pobre en nutrientes. Es decir, no debe tener exceso de materia orgánica, tiene que ser suelto y con buen drenaje.
Esto se da porque la vid, planta vivaz y trepadora cuyo fruto es la uva, necesita luchar por su supervivencia y debe esforzarse en conseguir agua a como dé lugar.
De lo contrario, si la vid estuviese en un suelo muy vigoroso, sería imposible de domarla y las uvas resultarían enormes, con compuestos diluidos, dando como resultado vinos aguachentos y sosos.
¿Qué características tienen los suelos en los viñedos?
Sin duda, los suelos tienen marcada influencia en el vino y ello es algo que se está investigando cada vez más en la Argentina vínica.
Las calicatas, muy comunes en los viñedos, son excavaciones profundas que se realizan en los suelos para analizar sus características con detenimiento. El objetivo es estudiar cómo repercuten las propiedades del terruño en el vino que degustamos en nuestras mesas.
A modo de resumen y sin complejidades ni tecnicismos, podemos decir que cuando un terruño es algo ácido, los vinos serán delicados, con poca materia colorante, no excesiva estructura, pero elegantes y sutiles.
Los suelos sueltos y esponjosos son de mayor calidad que los compactos, que paralizan el crecimiento y el fortalecimiento de las raíces de la vid.
Si nos enfocamos en los minerales:
- El calcio ayuda a mantener una buena estructura del suelo y propicia la absorción de nutrientes por parte de la planta.
- El magnesio participa en la composición de la clorofila, influyendo en la cantidad de azúcar que asimila la uva.
- Por su parte, el potasio favorece la respiración y activa el crecimiento, promoviendo la acumulación de azúcares en la baya, además de influir en el pH del suelo.
- Mientras que el nitrógeno aumenta el vigor y, por ende, la productividad de una cepa.
¿Cómo influye el tipo de suelo en el vino?
Ahora bien, en nuestro país la producción vitivinícola está en constante crecimiento. Esto se debe en gran medida a que tenemos distintos tipos de suelo que pueden aprovecharse para producir vinos de mucha calidad y muy diversos en cuanto a sus características. No por nada en Argentina hay 18 provincias elaboradoras.
Es decir que la variedad de suelos en el país determina la existencia de vinos con características únicas.
Los suelos arenosos propician una maduración más rápida. En consecuencia, los vinos son muy aromáticos con una carga tánica más baja. Es decir, son menos estructurados en boca.
En cambio, los suelos arcillosos presentan más capacidad para retener nutrientes y agua. Por lo que ofrecen vinos elegantes, refinados, con estructura y buen cuerpo, pues los ciclos de maduración son más largos y la carga de polifenoles durante ese proceso es mucho mayor.
Por su parte, los suelos graníticos se traducen en vinos que atesoran aromas minerales, ligeras notas salinas y una refrescante acidez.
Asimismo, los suelos pizarrosos, pobres y con poca materia orgánica, nos dan vinos con notables aromas minerales.
En relación a los suelos calizos, los vinos obtenidos expresan buen contenido alcohólico y acidez equilibrada.
En resumen, podemos ver con claridad que el suelo tiene una influencia directa en la calidad del vino. Por eso desde aquí reivindicamos la importancia de su conservación para seguir disfrutando de sus frutos.