Dime qué vino tienes y te diré qué copa necesitas

Tips infalibles a la hora de apreciar los diferentes líquidos báquicos en su recipiente adecuado.

Servir un vino es un acto de amor. Definitivamente. Compartir secretos, virtudes y bondades del mágico líquido báquico con entusiastas almas enófilas es —sin duda alguna— un agasajo, un momento pleno, único, irrepetible. ¡Y si disfrutamos de este gran deleite en las copas apropiadas, mucho mejor!     

Hay personas que pueden beber un vino de alta gama en vasos de vajilla diaria, diseñados con llamativos colores. Los hay rojos, azules, verdes, celestes, naranjas o marrones. Lo cierto es que son ideales para niños que beben agua, jugo o gaseosa, pues no han sido pensados para apreciar un enjundioso Cabernet Sauvignon, un refinado Malbec o un superuntuoso Chardonnay criado en barricas de roble francés.

Un vino nos dará lo mejor de sí siempre y cuando lo tomemos en una buena copa, a la temperatura indicada. Sea tinto, blanco o rosado, no se expresará de la misma manera en un delicado recipiente de vidrio que en uno de plástico.

Para apreciar correctamente las características organolépticas de los vinos recomendamos las copas de cristal liso y fino, absolutamente incolora, sin dibujos, ni tallados, ni incisiones u ornamentos que obstruyan la visión. Así, del principiante amateur hasta el profesional acreditado, todos podrán analizar a la perfección colores, matices, reflejos, limpidez y fluidez del líquido.

Es importante que las copas que contengan delicadamente los diferentes tipos de vinos tengan su cuerpo separado de su pie plano a través de una delgada línea de vidrio o cristal. Así, podremos sostenerlas sin calentar el líquido, ni dejar marcas u olores indeseados. Además, nos facilitará la acción de rotación y aireación, para que cada exponente dé lo mejor de sí.

Puro diseño

En la actualidad, numerosas vinotecas y tiendas especializadas en bebidas y espirituosas, exhiben en sus vidrieras copas de todo tipo y color. ¿Las más atractivas para el público? Las negras. Son bonitas, tienen un halo misterioso y sobresalen por su elegancia. Sin embargo, no sirven para apreciar correctamente un vino. De ninguna manera. Nos obstruyen la visión y nos impiden conocer con precisión qué estamos bebiendo.

Por ello, más allá de los diseños vanguardistas, desde BordeRío aconsejamos beber cada vino en su copa indicada. Para los blancos, lo mejor es tener copas altas, en forma de tulipa, afín de apreciar, en toda su magnitud, los múltiples aromas.

En cambio, a la hora de disfrutar un buen tinto, es ideal disponer de copas más anchas (son estupendas las que tienen forma de balón) para visualizar mejor el color y los infinitos matices del pigmento.

Asimismo, están las llamativas copas de Champagne o Espumoso, con una silueta mucho más esbelta y angosta. Denominadas flute o flauta, su formato más cerrado ha sido pensado para apreciar correctamente la formación de las chispeantes burbujas que surgen de la segunda fermentación y engalanan los momentos más felices de nuestras vidas.  

¡Importante!

Cada vez que sirvamos una copa de vino, el líquido no debe superar la llamada “Línea del Ecuador”. ¿Qué significa esto? Que la copa debe llenarse solamente hasta un poco más de un tercio de su capacidad total por tres razones: protocolar, evitar excesiva concentración de alcohol y definir una amplia cámara de aire en la que se concentrarán todos los aromas.

Una vez que terminemos de beber vino, es recomendable lavar las copas con agua caliente para aclararlas y, así, impedir que se coloreen de violeta, granate o púrpura en la parte inferior del cuerpo.

Consejo: Prescindir del uso de repasadores que transmitan olores desagradables y dejen pelusas en las paredes del recipiente. Por otra parte, es clave obviar el uso del detergente. La mejor manera de fajinar una copa y dejarla impecable para un próximo uso es utilizando alcohol y una servilleta de tela finita.

El dato curioso

En un principio —allá a lo lejos—, las copas fueron de cerámica y, posteriormente, de metal. Según investigadores vínicos, solo se las utilizaba como adorno, hasta que fueron evolucionando con el arte de la degustación y la cata.

Finalmente, Claus Riedel, en el año 1961, cambió para siempre la manera de beber vino a través del concepto de “Copa Ideal”. Vanguardista y creativo, Riedel ha sido el primero en reconocer el efecto de la percepción del vino.  

Diseñó copas con máxima finura del cristal para determinar con precisión el análisis visual, el tamaño del cuerpo, el área de evaporación y presentación aromática, la abertura de la boca y la esencia del vino a partir de su primer contacto en boca.  

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