Degustar un vino o agasajar a alguien con una etiqueta de renombre conlleva un componente psicológico que no debemos desdeñar: los detalles hacen que este sea un acto placentero y memorable.
Hay personas que pueden tomar un vino de alta gama en simples vasos de vajilla diaria coloreados o con dibujos excéntricos. En realidad, esos vasos son muy prácticos para niños, beber agua, jugos o gaseosas. No han sido diseñados para albergar un gran Merlot, un enjundioso Cabernet Franc o un fresquísimo Sauvignon Blanc.
Un vino nos entregará toda su personalidad si lo tomamos en una copa adecuada y, por supuesto, a la temperatura correcta. He aquí dos tips fundamentales para disfrutarlo (siempre con moderación) como corresponde.
Lo ideal es presentar el vino en copa de cristal liso y fino. Además, el cuerpo de la copa debe estar separado de su pie plano por una fina columna de vidrio o cristal, lo que nos permite sostenerla sin calentar el vino y, consecuentemente, facilita la rotación.
La copa debe llenarse únicamente hasta poco más de un tercio de su capacidad (encima del líquido se establece una cámara de aire en la que se concentran los aromas). Es decir, no tenemos que pasar nunca la denominada Línea del Ecuador.
En términos generales, encontramos los siguientes tipos de copas.
Copas de Vino Blanco (Seco)
Tienen tallo esbelto, alto y una base de cáliz ancha y “panzona” para acabar en un cuello en cilindro que se cierra de manera estrecha. El objetivo es concentrar los aromas para disfrutar en cada sorbo las bondades de estos productos que, en general, son frescos, frutados y con envolvente acidez. Pueden ser copas grandes o pequeñas. Eso sí, nunca debemos llenarlas en exceso.
Si hilamos más fino, dentro de las copas pergeñadas para custodiar vinos blancos, existen específicas de varietales. Así, por ejemplo, sobresale la de Chardonnay, que tiene tallo más bajo, cáliz más chato y cuello amplio. Este cepaje brinda exponentes elegantes, refinados y sofisticados, que, incluso, si pasan por barricas, darán todo de sí con el correr de los minutos. Por ende, no necesitan un cuello estrecho que concentre la carga aromática.
Todo lo contrario sucede con la de Sauvignon Blanc, cepa que nos regala una explosión de aromas y, por ello, su copa debe ser más pequeña y estrecha, afín de expresarse en toda su magnitud y, lógicamente, evitar que se caliente el líquido ágil, ligero y “peligrosamente” fácil de beber.
Copas Vino Tinto (Seco)
Son más anchas que las anteriores. En la jerga, se las suele denominar copones o con forma de balón. Las hay bordelesas (más esbeltas) y borgoñesas (más anchas). La finalidad es apreciar bien el color, analizar los matices del pigmento y darle “aire” a aquellos vinos con buen potencial de guarda.
En este caso, también se dividen o segmentan las copas según el varietal. De este modo, es común encontrar en el mercado, por ejemplo, las de Cabernet Sauvignon, Merlot, Zinfandel o Pinot Noir, entre otras uvas salientes.
En términos generales, la copa Borgoña es grande, de cáliz voluminoso y algo barrigudo y cuello ancho. El tallo es proporcionadamente largo. Se utiliza para vinos de la zona de Borgoña, a base de Pinot Noir. Su fuerza aparece progresivamente cuando retenemos el vino en boca unos instantes. Es una copa que permite que suban más los aromas, que el vino respire de manera holgada y también que podamos agitarla para que vino se abra y oxigene.
La copa Burdeos, por su parte, tiene el cáliz más alargado y alto, y el cuello es cerrado, aunque no estrecho. Es la copa estándar para vinos tintos y va de maravillas para todo tipo de exponentes argentinos. Los vinos bordeleses, a pesar de su origen atlántico, son corpulentos y de aromas intensos. El cuello largo permite que se concentren estos aromas y también que la copa se pueda agitar para “despertarlos” más, pero sin saturarnos el paladar.
Copas de Champagne
A diferencia de los vinos tranquilos, los espumosos no pueden degustarse de manera correcta en una copa demasiado abierta, pues no podremos apreciar la formación de las columnas de burbujas.
Asimismo, debemos mantener el frescor de productos en los que todos sus componentes volatilizan muy rápido. Por ello, los burbujeantes se beben en la denominada copa flauta, muy esbelta y estrecha, a su vez.
Copa AFNOR
Es la copa estandariza, a nivel internacional, para realizar las catas. Sus siglas vienen de la nomenclatura “Association Française de Normalisation”. Son copas ideales para concursos, catas privadas o eventos temáticos, cuya finalidad es pura y exclusivamente analizar un vino y describirlo organolépticamente.
Copa de vinos dulces
Símil copa de vino blanco seco en versión más pequeña, pero sin el cáliz barrigudo ni el cuello estrecho, sino algo más proporcionada. Reposan en estas copas los famosísimos Sauternes franceses, los Tokaji húngaros y todos aquellos vinos dulces naturales o cosechas tardías.
Copa de vinos fortificados
Jerez: Se analizan según su grado de oxidación y se aprecian en una copa pequeña, de cáliz alargado, pero corto, y de tallo corto y grueso. El grosor del cristal puede ser algo mayor para mejorar la conservación de la temperatura.
Porto: Se bebe en una copa de tamaño similar a la del Jerez, pero con un cáliz más ancho y con el cuello que después se va cerrando para concentrar el aroma. Es una copa que puede servir también para otros vinos fortificados, de potente aroma y dulzor.
Madeira: Clásico vino siciliano fortificado, denso y súper potente. Si bien puede disfrutarse en una maravillosa copa Porto, tiene la suya propia, que similar a la anterior, sufre un “estrangulamiento” en el centro para, posteriormente, abrirse en el cuello, con el objetivo de ofrecer un mejor abanico de aromas.