Fue una jornada de júbilo. El 24 de noviembre celebramos en nuestro país el Día Nacional del Vino. Así como la música, el arte o el teatro tienen su propia celebración, nuestra bebida emblemática también está de festejos esta semana.
El vino es, sin duda, un producto muy noble, que nace de nuestra tierra y tiene una vasta tradición en estas latitudes. Hablar del líquido báquico es hacer referencia a un sinfín de familias que han forjado (y forjan) una historia llena de cultura.
El vino es patrimonio argentino, es orgullo y está a la altura de grandes productos como el dulce de leche y la carne. Nos da mucha alegría saber que, en la actualidad, las etiquetas vínicas blanquicelestes sobresalen por su calidad en la mesas locales e internacionales.
De Jujuy a Chubut, el vino argentino se ha consolidado, complejizado y diversificado. Ha superado sus propios límites y altitudes, en pos de una diversidad, a tono con la rica paleta de colores que bendice este territorio.
Razones de una gran celebración
Cada paladar vinófilo hará un sentido “chin chin” en honor a nuestra bebida insignia. Por supuesto, siempre pregonamos el consumo responsable y moderado. Ello es fundamental para disfrutar virtudes y secretos de cada uno de los productos elaborados con precisión quirúrgica.
Seguramente, ustedes, del otro lado de la pantalla se pregunten los porqués de la conmemoración. Es decir, por qué motivo le hacemos loas al vino cada 24 de noviembre. Los libros indican que en el año 2010, cuando se celebró el Bicentenario de la Revolución de Mayo, el decreto número 1800 firmado por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, declaró al vino argentino como «Bebida Nacional». ¿Cuándo? En la fecha citada. Desde entonces, se estableció la fecha elegida e inamovible para celebrar el vino año tras años.
La decisión (esperada con ansias por toda la industria) tuvo que ver intrínsecamente con los más de cinco siglos de historia que atesora la viticultura argentina. En definitiva, somos un país del Nuevo Mundo Vitivinícola con marcada estirpe de Viejo Mundo.
Si bien es cierto que recién a mediados de los años ’90 (casi unas tres décadas) se dio la reconversión de los viñedos locales, en el que empezó a primar la calidad por sobre la cantidad, hace 500 años se empezaron a escribir las páginas vinculadas a la uva.
Asimismo, hoy el vino tiene una enorme trascendencia a nivel social, cultural y económico. La industria ya no sólo se reconvirtió, sino que dio un salto definitivo hacia las grandes ligas, aún cuando se encuentra en proceso de “autodescubrimiento”.
Considerado oficialmente como “honorable Embajador en el mundo”, el vino argentino se luce en todas las latitudes. Por ello, el 3 de julio de 2013, aquella declaración del líquido báquico como Bebida Nacional fue ratificada en el Honorable Senado de la Nación, tras haberse sancionado la Ley N° 26.780.