En el epílogo del verano, descubrimos estas historias para compartir con nuestros lectores
El más antiguo antiséptico
En la palabra del Buen Samaritano, en el Nuevo Testamento de la Biblia, se sostiene que al hombre que “cayó en manos de ladrones”, se le tuvieron que lavar y curar las heridas con vino y aceite.
Desde tiempos muy remotos, los soldados destinados a territorios extranjeros debían llevar consigo un equipamiento básico para comer, incluida un copa de algún tipo. La copa no era solo para beber en las colaciones, sino para que, añadiendo un poco de vino, pudieran tomar agua de pozos y ríos sin ningún temor a las infecciones.
Era frecuente ver a los pobladores de tierras lejanas inmunizados respecto a los posibles microbios o bacterias de las aguas. Ello no sucedía, en cambio, con los recién llegados. Una gran cantidad de nobles y aristócratas solían viajar con un suministro de su agua preferida. En efecto, muchos europeos que salieron al exterior después de la Segunda Guerra Mundial pensaban aún que eran demasiado atrevidos por beber aguar del grifo, incluso en las más sofisticadas residencias de veraneo.
Existen, por supuesto, otros desinfectantes. En Los Siete Pilares de la Sabiduría, Lawrence de Arabia documenta como los árabes, en sus campañas contra los turcos, debían llevar varios muchachos en sus camellos, pues la especial acidez de su orina joven y fresca resultaba un buen antiséptico.
Un vino que sedujo a galanes y dandys del período de la Regencia Británica, gracias a su poder abrillantador del cuero de las botas, ha sido el Champagne, que se intentó usar combinado con los productos que empleaba la ayuda de cámara para limpiar el calzado.
Asimismo, si se derramaba algo de Champagne o vino espumoso seco sobre el suelo, al secarlo con un paño se eliminaba la suciedad que pudiera haber.
El vino de la India
El vino se conoció en la India hace unos cuántos miles de años. Se dice que Alejandro Magno, que conquistó esta parte de Asia, fue el responsable de la difusión de la vid en aquellas tierras.
Por otra parte, en el poema Rubaiyat, el poeta persa Omar Khayyam (1048-1131) había escrito sobre el vino con notable entusiasmo. Se cree, además, que numerosos emperadores como Shah Yahan, propulsor de la construcción del Taj-Mahal, bebían vinos elaborados con uvas de las viñas de Maharashtra. No quedaron textos en relación a este tema, pero sí algunas monedas de oro en las que aparece un emperador alzando una copa de vino.
En el año 1884, en la Gran Exposición de Calcuta se exhibieron algunos vinos indios, pero, casi inmediatamente después, la filoxera golpeó las viñas indias de la misma manera que había perjudicado antes las europeas. De este modo, habría que esperar hasta finales del siglo XX, cuando el Presidente del Grupo Indago, Sham Chougoule (que luego de visitar Francia había desarrollado una gran pasión por los vinos), comenzó a pensar cómo elaborar vino en la India.
Chougoule seleccionó cuidadosamente las cepas de las laderas altas de las montañas Sahandri, trajo expertos franceses de Reims e importó esquejes especiales de Chardonnay, Ugni Blanc y Pinot Blanc, así como una planta completa de vinificación, barricas, botellas, tapones de corcho y todo tipo de utensilios requeridos para la producción de vinos espumosos. Incluso, el enólogo que contrató provenía de unas prestigiosas bodegas de Champagne. El costo de la operación fue definitivamente gigantesco.
El vino burbujeante que obtuvo Chougoule fue presentado en sociedad en una feria internacional para sorpresa de aquellos paladares que lo cataron y, cómo era de imaginar, para los productores europeos de Champagne.
Aunque el empleo de la denominación “Champagne” fue estrictamente prohibido, el primer vino espumoso indio pareció tener una enorme aceptación en la India y, poco después, otra planta de vinificación se estableció cerca de la primera.
El grado de éxito y difusión internacional de este producto innovador es aún incierto. Sin embargo, no deja de ser importante el hecho mismo de que se haya iniciado su producción.
Las cofradías medievales del vino
Antiguamente, en Europa, las personas dedicadas a la artesanía, el comercio y otras actividades se asociaban frecuentemente en gremios, los que no solo regulaban aspectos profesionales, sino que solían contemplar también cierta política de beneficencia y de apoyo a los miembros que pudieran estar en dificultades. Las personas dedicadas al vino también tuvieron sus asociaciones particulares.
Si bien estas “cofradías del vino” fueron cesando su actividad, otras siguieron funcionando o se recuperaron (en el período Entre Guerras) e, incluso, nacieron otras nuevas. Las pintorescas ceremonias y celebraciones de aquellas órdenes o cofradías las hacían atractivas y promovían su prosperidad, de modo que pertenecer a ella es un auténtico privilegio.
Algunas de esas cofradías se vinculaban con el vino y con los licores y quesos de cada región. Por ejemplo, en las zonas vinícolas españolas también existen este tipo de asociaciones.
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Fuentes:
Imagen de FanPage de «Cofradía del vino de Navarra»