Argentina es Malbec. Son sinónimos. Simbolizan un amor eterno e inigualable. En estas tierras, esta cepa es la que mayor orgullo nos da y la que más premios atesora en el mundo.
Sin embargo, en el último decenio los paladares sibaritas fueron más allá del cepaje insignia, en busca de otras variedades, que hoy son furor entre los winelovers locales.
¿Cuáles fueron, entonces, los elegidos en este 2024 que se nos cae del calendario (además del Malbec)?
Merecida reivindicación. Única uva autóctona Argentina, devenida de una cruza genética entre Moscatel de Alejandría y Criolla Chica, Torrontés ha sido una de las grandes revelaciones del año. Hoy se convirtió en uno de los varietales más consumidos, ya no solo en La Rioja o Salta, donde es profeta en su tierra, sino en todo el país.
Exponentes modernos, frescos y equilibrados, reinventaron esta cepa sin perder el ADN que la caracteriza. Una vuelta de tuerca muy acertada en tiempos modernos.
Reina de las blancas. Otra de las cepas favoritas en 2024 ha sido la Chardonnay. En estos pagos se elaboran líquidos cada vez más enjundiosos, sofisticados y con una fineza inigualable. Sin duda, los Chardonnay argentinos están a la altura de los más prestigiosos a nivel internacional.
En pos de una identidad bien definida, encontramos etiquetas que combinan frescura con buen volumen y elegancia. De las clásicas notas de miel y manteca, a aromas de frutas blancas y tropicales, el abanico de opciones e infinito.
Esos “raros” cepajes blancos nuevos. El 2024 se caracterizó por el lanzamientos de variedades blancas otrora desconocidas en la Argentina. Así, picaron en punta cepas blancas como Riesling y Gewurztraminer, despertando la curiosidad total de los consumidores. Además, una de las estrellas indiscutidas fue el Albariño, que copó las góndolas de la vinotecas con creces.
La hora del Sauvignon Blanc. ¡Al fin! Es “el” momento de este noble cepaje que supo estar a la sombra del Chardonnay en estas latitudes. Los fans (me incluyo) celebramos la diversificación y complejización de esta uva que conmueve y despierta pasiones. Sus notas cítricas, aromas verdes y salvajes, son un elixir.
Máxima potencia. Ya en materia de tintas, las cepas furor del veinte veinticuatro fueron las más intensas. Petit Verdot y Tannat se llevaron las máximas loas de expertos y principiantes. Cepajes con estructura, carácter y personalidad, van de maravillas con comidas power, de esas que merecen un tinto con enorme personalidad y buen potencial de guarda.
Movimiento Garnachista. Sí, sí, definitivamente, sí. Señoras y señores, la Garnacha es una de las nuevas joyas de nuestra viticultura. Tomable, amigable y muy versátil a la hora de los acuerdos enogastronómicos, despierta un pronunciado interés en cada espacio en el que el vino es actor principal.
Regreso a las raíces. Las Criollas (Grande y Chica), ligeras y delicadas, representan un “volver a nuestros orígenes”. Dan vinos muy bebibles, ideales desde un aperitivo a comidas livianas o de intensidad media. Verdaderos comodines, que sorprenden por su envolvente acidez.
¿Quién dijo que todo está perdido? La Bonarda viene a ofrecer su corazón, a partir de exponentes con estilo renovado, mucha presencia de fruta y estirpe. Aplausos y más aplausos para los winemakers que volvieron a apostar un pleno para esta variedad con tintes históricos y entrañables que hoy está de nuevo en el tapete.
Definitivamente, llegó para quedarse. Durante décadas fue tendencia, moda. Hoy, es realidad. Todos van detrás del Cabernet Franc argentino. Cepa añeja si las hay, tomó impulso en los últimos quince años y es una de las más requeridas. Recomendación: si van a la casa de un amigo o familiar y quieren quedar muy bien, vayan con una botella de Franc en la mano. Se lo van a agradecer.
El futuro se hizo presente. Ya hemos visto los cepajes top en este 2024. ¿Y qué es lo que viene? ¿Qué novedades tendremos? Por lo pronto, asoma una revalorización del Semillón (cepa patrimonial si las hay), una cada vez más sólida propuesta del blends blancos y tintos, y una tendencia sostenida hacia cepajes no tradicionales.
La Argentina vínica sigue su proceso de autodescubrimiento y de plena identidad. No hay techo. Esa es, queridos amigos, la gran noticia. ¡Salud!