La combinación entre quesos y vinos es incomparable, única, infinita. ¿Acaso existirá algún maridaje más apasionante que este? Las opciones son múltiples e infalibles. Recuerden la añeja frase que afirma que “la edad solo importa si eres vino o queso”. Sintetiza la importancia de estos dos nobles productos, que son el mayor elixir para los paladares sibaritas.
A modo de ABC, es importante saber que en este matrimonio indisoluble, influye de manera determinante la materia prima del queso. No da lo mismo que sea de vaca, oveja, búfala, cabra o mezclas. También juega un rol principal el método de producción. Nos referimos a coagulación láctica, pasta prensada no cocida, corteza lavada, enmohecido interno y de maduración. Todos tips imprescindibles para que usted, querido lector, tome nota y practique (siempre con responsabilidad y moderación).
Tengan presente, además, otra frase que replicamos en cada encuentro enogastronómico: “Cuanto más duro es el queso, más taninos soporta. Cuando más cremoso, necesitará mayor acidez”. ¡Vaya si tiene razón el escritor británico Hugh Johnson, autor de esta célebre sentencia!
Yendo al grano, los maridajes entre quesos y vinos son infinitos. Desde BordeRío, les proponemos tips atinados para que sorprendan gratamente a sus paladares.
Quesos frescos
De sabores neutros, delicados y suaves, en general, los encontramos en diferentes elaboraciones. Se pueden comer fríos o calientes. Un clásico de clásico es la pizza de mozzarella o bien fundido en platos como risottos o pastas.
¿Maridaje sorprendente? Una enjundiosa burrata con un ágil, fresco y dinámico vino blanco. Pensamos en un Sauvignon Blanc, Viognier o Chardonnay moderno para aompañar. Otra opción interesante y siempre versátil: vino rosado Estilo Provence, ligero y con envolvente acidez.
Quesos de curación media
Gouda y Emmental son un must. Se entienden de memoria con vinos blancos secos de buen volumen y hasta fermentados en barrica. Además, se llevan súper con los vinos que atesoran una gran carga glicérica (Chardonnay o Semillón untuoso).
¿Maridaje sorprendente? Champignones (hongos) rellenos de verduras y queso Gouda en tándem con un Chardonnay de estirpe y personalidad. Otra opción: scones de queso Emmental y nueces con un elegante Semillón.
Quesos curados y maduros
Grana Padano, Manchego, Parmesano, Provolone y Reggianito son un auténtico elixir para los fans de los quesos duros. La elección del vino dependerá del grado de maduración del queso. Nos inclinaremos, lógicamente, por vinos tintos, que irán subiendo su intensidad, según la evolución del queso duro.
¿Maridaje sorprendente? Gratén de calabaza y queso Parmesano con Merlot de cuerpo medio o un moderno Cabernet Franc, que hoy cautiva los paladares vinófilos locales.
Quesos enmohecidos
¿Cómo no amar los quesos Brie y Camembert? Están quienes los prefieren frescos y, por contrapartida, los que se deleitan con la evolución que da pronunciadas notas alcalinas Estos quesos van muy bien con vinos blancos estructurados con cierta acidez y muy aromáticos o tintos jóvenes ligeros y frescos como Pinot Noir o la cada vez más saliente Criolla.
¿Maridaje sorprendente? Queso Brie al horno, listo para untar en el pan, con Pinot Noir. Después nos cuentan qué les parece esta excelsa combinación.
Quesos azules
Roquefort, Gorgonzola, Stilton, Cabrales, entre otros azules, están en la misma sintonía con vinos de cosechas tardías, dulces naturales o fortificados.
¿Maridaje sorprendente? Peras al horno con queso azul, miel y hierbas, con un delicado vino blanco dulce natural a base de Chenin o Sauvignon Blanc.
Hasta aquí, maridajes que, les aseguro, nos avisparán los sentidos de parabienes. Los invitamos a replicar estas combinaciones y nos despedimos. ¡Hasta la semana que viene!