Mayo no es un mes más en el calendario. No solo por la pronunciada caída de las hojas de los árboles, devenidas en tonalidades amarillentas y rojizas, que profundizan la presencia del otoño en estas latitudes. Mayo es también un mes muy especial, pues tenemos los colores celeste y blanco a flor de piel.
Escarapelas en nuestros corazones, banderas izadas con orgullo y un sentimiento de unión, emoción y algarabía, impera en la atmósfera de todo el territorio nacional. Y el momento cúlmine es día 25: aquella jornada heroica de 1810 en la que los argentinos tuvimos, por primera vez, un gobierno liderado por hombres nacidos en estas tierras. No más virrey, que tuvo que huir del Cabildo porteño por la puerta trasera, literalmente.
Aquel inolvidable “25”, a secas, simbolizó la antesala de la independencia, que se gestaría, finalmente, en Tucumán en 1816. Del otro lado, querido lector, seguramente estará recordando los emotivos actos de la escuela primaria, entre aplausos de padres y abuelos que sacaban fotos de los alumnos vestidos con atuendos típicos de época.
Pensar en los comienzos del XIX nos hace imaginar un sinfín de usos y costumbres, que aún hoy replicamos. Entre ellas, las tradiciones gastronómicas. Otrora mirados con cierto recelo o resquemor, en nuestros días el locro y el guiso de lentejas son verdaderas estrellas. De los bodegones más simples a los restaurantes más refinados, todos (sí, todos) reversionan estas históricas elaboraciones calóricas, contundentes y llenas de sabor.
Maridajes para celebrar
Cuando pensamos en locro, nos imaginamos una enjundiosa copa de Malbec como compañero ideal. Para este plato intenso, con carácter, personalidad y contundencia, qué mejor que nuestro varietal insignia, idealmente con un interesante reposo en barricas para amalgamar los infinitos y placenteros sabores de este plato que supo ser “discriminado” y mirado con desconfianza.
Otra gran pasión de multitudes, aún más en esta fecha con tintes patrios, es el guiso de lentejas. Clásico de clásico, muchos lo quieren enfrentar con el locro. Los dos son válidos y bien típicos de nuestro ADN. En el caso del guiso, si tiene arroz, panceta, chorizo colorado y algún otro condimento especiado, qué mejor que acompañar con un intenso blend de Malbec & Cabernet Franc o Merlot & Malbec. Un tándem infalible, que engalanará nuestra mesa familiar.
También solemos comer en esta etapa del año empanadas de todo tipo y color. Las denominadas “criollas”, con carne cortada a cuchillo, huevo, aceitunas y, en algunos casos papas y diferentes especias, pican en punta. Aquí, podemos hacer un maridaje por contraste con un refrescante Chardonnay, moderno, ágil y con acidez envolvente para apaciguar el picor de las tradicionales empanadas.
Por supuesto, también están los paladares que no negocian nunca un buen asado. Hablando de historia y de costumbres, cuántos argentinos esperan un feriado para encender el fuego y estar al pie de la parrilla, contemplando las carnes a las brasas. Los que se inclinen por un buen corte cárnico, podrán optar por un interesantísimo blend tinto, entre los que podemos destacar un típico corte bordelés entre Merlot & Cabernet Sauvignon. También, una buena idea es recurrir al Syrah, muy reivindicado en este último tiempo.
Estos vinos pueden ir al unísono con la carbonada, plato representativo de la cocina criolla argentina, que se prepara en casi todos los países latinoamericanos. Es un guiso servido dentro de un zapallo, colorido, intenso y con mucho sabor. Un vino a la altura de las circunstancias será ideal para el brindis blanquiceleste.
Otra alternativa siempre presente en el mayo otoñal son las picadas criollas. Infalibles, con un sinfín de quesos, embutidos, panes y el inigualable toque de aceite de oliva, nos hace pensar en un rico Merlot, versátil, delicado y con su clásica fineza para acompañar esta auténtica pasión nacional.
Un clásico eterno, que jamás pasará de moda, es el pastel de papas. ¡Levante la mano aquel que no le gusta! Es un elixir, con reminiscencias de nuestra infancia. Nuestras madres nos han emocionado con este tradicional plato, que se lleva de maravillas con un Malbec de cuerpo medio, refrescante y con un sutil paso por barricas.
A la hora del postre, nos imaginamos los clásicos pastelitos de batata o membrillo. Imaginamos, además, una pastafrola o el típico flan mixto. Preparaciones dulce bien nacionales, que simbolizan la impronta del 25 de mayo.
Para acompañar el epílogo, siempre una copa de vino dulce viene de maravillas y, a modo de brindis por la querida Argentina, una copa de espumoso, burbujeante y refinado. Un cierre a toda orquesta para conmemorar aquella gran gesta patriótica de mayo, que empezó a darle forma a la anhelada independencia.