Los primeros calores se avecinan y además de desempolvar bermudas, trajes de baño y remeras manga corta, arranca la temporada de comidas livianas. Ensaladas, frutas y verduras son protagonistas salientes de esta época. Sin embargo, en tiempos primaverales, también pican en punta los sándwiches.
Sí, los sándwiches son los infalibles compañeros de reuniones sociales de todo tipo, que en el epílogo del año se multiplican por doquier. Encuentros al aire libre, en atardeceres con amigos y familiares, se convierten en un clásico findeañero. Fáciles de preparar, son del agrado de todos los paladares y las opciones de ingredientes y condimentos son infinitas.
Por supuesto, podremos pensar en los mejores maridajes para estas elaboraciones tradicionales. ¿Qué vino, entonces, iría con qué sándwich? A continuación, compartiremos alternativas enogastronómicas ideales para lograr la combinación perfecta. Si sos apasionado de los sándwiches, tomá nota para maridar con una copa de vino atinada.
Sándwiches y vinos tintos
Imaginemos un típico choripán, un suculento sándwich de ojo de bife, entraña o bife de chorizo. En este caso, elegiremos como compañero un tinto con paso por barricas, a fin de acompañar la intensidad de las carnes a las brasas en pan. Incrementaremos la complejidad del vino, si decidimos, por ejemplo, agregar salsa picante o el entrañable chimichurri.
Entre los cepajes sugeridos, iremos desde el tradicional Malbec a un Merlot, Cabernet Sauvignon e, incluso, el potente Tannat, según la intensidad de la propuesta a la carta.
Si el sándwich es, en cambio, de bondiola o lomito ahumado, dos alternativas de menor intensidad que las carnes rojas grilladas, podemos optar por un sutil Pinot Noir, Sangiovese y, por supuesto, un Malbec ágil, ligero, frutado y fácil de beber.
A tono con la moda que tenemos en la actualidad, capítulo aparte merecen los sándwiches de cordero, carne contundente y con gran carácter si los hay. Es ideal maridar con una copa de Syrah, con todo su abanico especiado entre sus características organolépticas, o el corpulento Petit Verdot.
Sándwiches y vinos blancos
Las opciones se multiplican y, en general, van de la mano con pescados, frutos de mar y quesos blandos.
Es un boom el sándwich ahumado y palta. En cada bar o espacio sibarita, la oferta se multiplica. En esta amalgama, es imprescindible un enjundioso Chardonnay o Semillón, en sintonía con la grasitud del pescado, que tiene gran presencia en paladar.
El siempre bien ponderado sándwich de milanesa de pollo, súper freso y hasta con algún condimento picoroso como el curry o jalapeño, se llevará de maravillas con una refrescante copa de Torrontés o Sauvignon Blanc para complementar la sensación de ardor que brinda el picante.
En general, los sándwiches vegetarianos, livianos, frescos y saludables, también se entenderán con una copa de blanco frutado, ligero y de poco volumen. Podemos pensar en un Chenin, Tocai, Riesling o Gewurztraminer sin paso por barricas.
Por su parte, hoy también están muy de moda los sándwiches con queso Brie, rúcula y tomate (el Camembert se asoma como otra propuesta al pan). Una blanco fresco (alternativa: tinto ligero) o, incluso, el siempre versátil rosado, serán opciones báquicas más que adecuadas.
Sándwiches y vinos rosados
Ya que entramos en tereno de rosés, estos son auténticos comodines, camaleones vínicos, que se adaptan a diferentes elaboraciones. En relación a los sándwiches, podemos acompañar desde ligeros a base de pescado, carnes blancas y rojas magras y, aunque parezca mentira no hemos mencionado, el que siempre está en el tapete: jamón y queso (con el aderezo que más te guste).
Como hemos visto, las opciones son infinitas. Quizás, no sea lo más convencional, pero, estamos en presencia de un maridaje simple, práctico y que se amolda a diferentes circunstancias: de un atardecer en un jardín a una sombrilla al borde de la pileta o un deck frente al mar. Sándwich y vino son, sin duda, un solo corazón. ¡Salud y hasta el próximo encuentro!