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Vinos universales: entre la Historia y el Futuro

Comparamos características de los vinos elaborados en el Viejo y Nuevo Mundo.

El paso del tiempo brinda experiencia, seguridad y aplomo a la hora de tomar decisiones. De repente, sin querer queriendo y ni siquiera darnos cuenta, pintan canas en el cabello (lo digo por motus propio), aparecen marcas de sabiduría en la piel y el carácter se templa.

El tipo que ya lleva a cuestas unas cuantas décadas encima es, sin duda, referente, fuente obligada de consulta. Los años traen consigo la consolidación del savoir faire. El conocimiento es el más apreciado factor de poder en cada latitud de la Tierra.

Por otro lado, la juventud es una explosión de frescura, simboliza la renovación, el porvenir y tiene por delante un horizonte infinito. Por supuesto, todo lo nuevo debe acumular horas de vuelo para ganarse el merecido derecho de piso.    

Esta metáfora de vida aplica a la perfección en el fantástico mundillo vinófilo. Europa elabora líquidos báquicos hace ¡vaya a saber uno qué cantidad de siglos! Si bien no hay precisión ni fecha exacta, la fermentación del mosto de la uva se remonta al Imperio Romano, donde –de manera precaria- se desarrollaron las primeras técnicas de elaboración, almacenamiento y distribución del vino.

A partir de ese entonces, un sinfín de familias desarrolló su vida alrededor del negocio vitivinícola. ¿Quiénes son los protagonistas del Viejo Mundo? Italia, España, Francia, Portugal, Alemania, Austria, Grecia, Israel, Rumania, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Suiza, Macedonia e Inglaterra. Hoy, incluso, otras naciones del más añejo de los continentes se suma a uno de las tradicionales industrias mundiales.

Asimismo, los países conquistados por los europeos adoptaron sus ideas, técnicas y métodos de producción y las desarrollaron con estructuras modernas. Así, los países del Nuevo Mundo salieron a competir de igual a igual con etiquetas que rompen las rigideces pasadas, enfocándose en las tendencias y hábitos de consumo de moda.

Aquí están, ellos son el bloque que sorprende con vinos fuera de Europa: Estados Unidos, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Argentina, Chile, Uruguay, Canadá, México, Brasil, China y la India, entre los destacados. Por supuesto, no faltará demasiado para que algún tapado se incorpore a las filas del rubro vitivinícola.

Volver al futuro

Las diferencias entre el Nuevo Mundo y el Viejo Mundo se han planteado con claridad. Mientras los nuevitos apuestan un pleno a lo que viene, los viejitos se aferran a la experiencia y la sabiduría de antaño.

Sin repetir y sin soplar, ensayaremos las principales características de cada uno, de manera sintética (la idea es no aburrirlo).

Vinos del Viejo Mundo: Nacieron en las entrañas de las antiguas vides de Europa. Los productores históricos son Francia, Italia, España y Portugal (el cultivo de la vid y la elaboración de estos caldos se remonta al Imperio Romano).

Vinos del Nuevo Mundo: Han sido elaborados en alguno de los países que no pertenecen a los tradicionalmente considerados productores de vinos, fundamentalmente Francia, Italia, España y Portugal. Hoy, los jugadores destacados son Argentina, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Chile.

Fruto de la inmigración: A partir de la inmigración de fines del siglo XIX y principios del XX, se desarrollaron nuevas regiones productoras en diferentes latitudes, adoptando las mejores prácticas de aquellos países europeos, pero sin la rigidez de la tradición de apelaciones y denominaciones que rigen en esos países (Revolución Californiana; Hijos de los varietales).

Juventud: Los vinos son habitualmente pergeñados para ser consumidos jóvenes, cuando la expresividad de sus aromas, la intensidad de sus colores y la persistencia en boca juegan un papel clave (ojo, hoy la Argentina elabora grandes vinos con muy buen potencial de guarda). Son más fáciles de comprender cuando son degustados y ganan cada vez más consumidores.

Diferencias marcadas: Las regiones de producción del Nuevo Mundo son superficies cultivadas más extensas, llanas y climáticamente homogéneas (menos susceptibles a los cambios climáticos).

Los vinos del Viejo Mundo se identifican con el nombre del lugar en el que se encuentra el viñedo, sin hacer referencia a su composición varietal, a diferencia de los del Nuevo Mundo, donde habitualmente se indica el nombre varietal de la cepa que dio origen al líquido.

Flexibilidad: Sin tradiciones que las condicionen o que limiten su manera de producir, las regiones del Nuevo Mundo incrementan cada vez más su presencia en todo el planeta

Modernidad: Los vinos del Nuevo Mundo se centran en la tecnología y la eficiencia, tanto en la calidad como en producción, tendiendo a adaptarse mejor a tendencias y hábitos de consumo de moda.

Varietales versus Blends: Europa siempre apostó a los vinos de corte. Los europeos no buscan enaltecer la expresión varietal o la mano del enólogo sino origen, el denominado terroir. En la vitivinicultura europea, cada región cuenta con una cepa protagónica pero generalmente acompañada de otras en el corte. El vino del Viejo Mundo demanda conocimiento por parte del consumidor, pues detrás de cada región hay una expresión y un estilo.

No es lo mismo beber un tinto de Burdeos, Ródano o Borgoña. Cada uno tiene su identidad y expresión y para entender esto es necesario manejar nociones básicas de vitivinicultura. Por ejemplo: En Borgoña los blancos son de Chardonnay y los tintos de Pinot Noir.

La estrategia de los productores de los países más jóvenes es promover los vinos varietales.

A medida que cada país identificó qué varietales daban mejores resultados los transformaron en sus embajadores: California: Zinfandel, Cabernet Sauvignon y Chardonnay; Chile: Carmenere; Australia: Shiraz; Nueva Zelanda: Sauvignon Blanc y Argentina: Malbec. Nueva expresión detrás de estas cepas y referentes en estilo y sabor. 

Terruño versus Consumidor: La vitivinicultura europea se rige por normas, conocidas como denominaciones de origen, que regulan la producción en cada región. El objetivo de esta legislación es proteger el origen y el patrimonio vitivinícola de las adulteraciones (solo los vinos elaborados dentro de las fronteras establecidas por estas normas pueden mencionar origen).

El Nuevo Mundo se enfoca en brindar al consumidor el mejor producto al precio más justo. El consumidor no paga por un origen o una denominación y la clave principal no es proteger al productor sino a quién paga y consume la botella.

Etiquetas Clásicas versus Modernas: En Europa las etiquetas de vino conservan el perfil tradicional. En Francia, por ejemplo, aparece la imagen del “chateau” o los viñedos junto al nombre del productor y la denominación de origen. Si uno quiere saber qué va a comprar debe, al menos, saber sobre la zona o el perfil del productor.

El Nuevo Mundo utiliza herramientas de marketing que transmiten un carácter actual y fácil de comprender para el consumidor con diseños y colores que siempre llaman la atención.

Síntesis:

  • El Viejo Mundo es Historia Viva del Vino.
  • El Nuevo Mundo es el Futuro de la Viticultura.
  • El mercado evoluciona hacia diferentes horizontes y hoy todos los productores son protagonistas principales.

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