Aprender sobre vinos es una tarea fascinante. Lucirse en una comida o en un encuentro social con algunos conceptos básicos sobre el tema es, definitivamente, halagador y enriquecedor. “Da status”, “brinda prestigio”, “llama la atención de los demás”, “te distingue”, aseguran los paladares sibaritas que se quieren meter de lleno en el mundo vinófilo.
Para ir a paso firme y no fallar en el intento, a continuación, compartiremos reglas imprescindibles para poner en práctica en la cotidianeidad y, de este modo, sorprender al público con recomendaciones de un “experto”.
1) Nadie tiene la verdad absoluta
Si estuviésemos, imaginariamente, en una degustación con varias personas, a la hora de elegir el vino favorito, no habrá 100% de coincidencia. Y ello es muy bueno. Es decir, cada paladar tendrá una percepción particular y diferente en relación a un vino. En una misma mesa, a una persona le puede encantar el producto que está tomando, mientras al que está al lado puede parecer “correcto” o, incluso, que no sea de su agrado.
En conclusión, más allá de todas las explicaciones válidas (técnicas o no técnicas) y recomendaciones que realicemos, el vino “gusta” o “no gusta”. Contra ello, no hay nada que hacer. Esto significa que cada paladar es especial y decodificará el vino de un modo muy subjetivo. Lo positivo es, sin duda, que nadie tiene la razón absoluta y a cada uno le gustará el vino que encuentre más “rico”, “tomable” o “exquisito”.
2) Formando la propia opinión
En materia vínica, es importante no dejarse influenciar por las opiniones o percepciones organolépticas de los vinos que nos den las otras personas. Si nos dicen “este vino, sin duda, te va a gustar” o “no lo tomes porque no será de tu agrado”, nos condicionará. La experiencia sensorial es un acto muy personal y nadie puede interferir en ella. Es más, siempre recomendamos realizar catas a ciegas para no dejarnos llevar ni por marcas ni por variedades ni por regiones o tenores alcohólicos.
En el fascinante mundo del vino (siempre recordamos el consumo moderado y responsable), las opiniones ajenas no tienen que ser determinantes. Es decir, nuestro consejo es catar, formar la propia percepción y, luego, con criterio y argumentación, daremos nuestro veredicto, sin influencia alguna.
3) “El vino y sus circunstancias”
Una vez, un profesor me enseñó esta frase, que me marcó con creces. ¿Qué me quiso decir? Que un vino nos puede gustar más o menos, según el momento que estemos viviendo. ¿Todo es relativo? Sí. No es lo mismo tomar un mismo vino en una cena romántica, en la tranquilidad familiar, en una cena con amigos, que en una feria con mucha gente o en un día en el que estamos muy estresados.
El contexto influye (y mucho). Es determinante. Sino, pregúntenle a un conocido que tomó un vino de cara a la Cordillera de los Andes. “Me llevé cinco cajas”, dijo. Cuando llegó a su departamento, en Buenos Aires, ya no le pareció lo mismo. “Me gustaba más cuando estaba de viaje”, sentenció.
4) Catar diferentes vinos
Para aprender de vinos, nada mejor que degustar etiquetas de todo tipo y color. Busquen exponentes de diferentes regiones, con estilos diversos y anímense con cepajes tradicionales o exóticos.
La formación del paladar se consolida a partir del entrenamiento. Es como practicar un deporte, cantar, tocar un instrumento o pintar cuadros. Todo es práctica y esto, con responsabilidad y moderación, no es la excepción a la regla.
5) Cada vino, en su temperatura correcta
Si bien ya lo hemos trabajado en diferentes notas en el blog de BordeRío, es importante recalcar que cada vino, para ser apreciado en toda su magnitud, debe ser servido en un rango de temperatura determinado.
A modo de recordatorio y para que puedan destacarse en cualquier reunión, diremos que:
- los vinos blancos jóvenes, frescos, frutados y sin paso por barricas, se sirven entre 8 y 10 grados;
- los blancos con volumen, estructura y crianza en roble, entre 10 y 12 grados;
- los rosados, siempre frescos, veraniegos y versátiles para el maridaje, entre 8 y 10 grados;
- los tintos ligeros, con acidez envolvente y “peligrosamente” fáciles de beber, entre 12 y 14 grados;
- los tintos con cuerpo medio, esos que llevamos a la casa de un amigo y es “infalible”, entre 14 y 16 grados;
- los tintos con cuerpo y buena presencia de madera, entre 16 y 18 grados;
- y los espumosos, debido a sus burbujas, se servirán entre 5 y 7 grados.
He aquí, cinco recomendaciones imprescindibles sobre el vino para tener siempre a mano. Son consejos prácticos, dinámicos y simples para aprender a empezar a destacarse con conceptos básicos y fundamentales. ¡Salud!