Maridaje es un término que en las mesas argentinas dejó de estar de moda para convertirse definitivamente en tendencia. Hoy, los paladares sibaritas locales hacen referencia cada vez más a este vocablo que nos invita a despertar los placeres sensoriales.
Derivado del concepto matrimonio, maridaje significa acuerdo o entendimiento enogastronómico. Es decir, remite a la combinación ideal, atinada y precisa entre un plato y un vino.
La finalidad de buscar el mejor maridaje es potenciar al unísono las cualidades organolépticas de los líquidos con las comidas. Un vino no debe opacar ni tapar los sabores de un plato, ni un plato debe distorsionar las características intrínsecas de un vino.
Por supuesto, nada es matemático ni determinante en el mundo de los sentidos. Sin embargo, hay ciertas reglas que nos ayudarán a definir ese ensamble perfecto entre ambas partes.
Esta simbiosis de colores, aromas, texturas y sabores puede darse de dos maneras: por concordancia o contraposición.
Maridaje por concordancia
Un maridaje por concordancia o acuerdo implica la combinación de un vino y un plato con características similares. Si el vino es ligero, fácil de beber, tiene acidez envolvente y no tiene paso por barricas, nos inclinaremos, entonces, por comidas simples, poco calóricas y sin demasiada contundencia.
Buenas duplas encontraremos entre vinos blancos secos ligeros con ensaladas verdes, vinos rosados con frutos de mar y pescados magros, y tintos sin crianza con carnes rojas magras.
Si, en cambio, abrimos un vino con mucho carácter, gran estructura y prolongado potencial de guarda, optaremos por acompañar con una comida intensa, con buen tenor graso y más potente.
Aquí, ya imaginamos un tándem entre carnes grasas con tintos robustos, vinos blancos con buen paso por madera y pescados grasos o unas ricas pastas con salsa roja y vinos tintos de cuerpo medio.
Maridaje por contraposición
Por el otro lado, un maridaje por opuestos busca el entendimiento entre las partes a partir de sus diferencias, que terminan siendo complementarias. Así, por ejemplo, la salinidad de los quesos azules irán muy bien con vinos dulces o el picor de elaboraciones peruanas, mexicanas o del Sudeste Asiático necesitará un vino blanco seco ligero para bajar esa intensidad.
Conclusión
¿Podemos, igualmente, romper reglas y hacer la combinación que más nos guste? Sí. La famosa frase “Sobre gustos no hay nada escrito” nunca pierde vigencia. De todos modos, desde estas líneas los alentamos a ir en busca de maridajes adecuados para hacer esa maravillosa experiencia de resaltar sensaciones olfativas y palatinas únicas.
A veces, un maridaje poco convencional desde lo teórico puede generarnos sensaciones raras o metálicas. Ello se da cuando, por ejemplo, cuando combinamos postres dulces con vinos tintos muy tánicos.
En definitiva, el Maridaje es un mundo infinito por explorar y su finalidad es enaltecer las características de las comidas y los vinos para sorprender gratamente a los paladares, que van detrás de explorar las más agradables sensaciones relacionadas con la buena mesa. ¡Salud!