El vino nace en el viñedo y (créanme) no es una frase hecha. El terruño, entre vides, es el origen de todo. Luego, vendrá la alquimia en bodega, pero en el suelo, fielmente escoltado por las cuestiones climáticas, está la clave.
Allí se desarrollarán las diferentes uvas, denominadas también cepas o cepajes. ¿Hay otras uvas además de Malbec o Cabernet Sauvignon? ¡Sí, muchas más! Todas tienen en común que vienen de la especie vitis vinífera, apta para la producción de vinos.
A través de los siglos, la vitis vinífera ha realizado un viaje fantástico. Desde el Cáucaso (actuales territorios de Georgia y Azerbayán) se habría extendido hacia el este (India, China y Japón) y por la cuenca del Mediterráneo. Luego, se expandió hacia el oeste y más tarde a los nuevos continentes a medida que se iban colonizando: América, con escala en las Islas Canarias donde se conservan gran cantidad de variedades, África y Oceanía.
Su enorme capacidad de adaptación al medio, su evolución hasta convertirse en una planta hermafrodita, el importante número de genes que cobijan sus cromosomas y la facilidad con que estos mutan, son motivos más que suficientes para explicar la infinita cantidad de variedades de uva existentes en la actualidad.
¿Cuántas variedades de cepas hay?
Aunque le parezca un número gigantesco, alrededor de 3000 son los cepajes en todo el mundo (algunos afirman incluso un número mayor). Cada una de ellas encontrará su propio rincón en la diversidad de terroirs, suelos, alturas, latitudes, climas y, por supuesto, los pueblos y sus propias características socioculturales.
Según el lugar o pago, el cepaje se expresará de una manera muy especial, imprimiendo una tipicidad bien típica de ese pedazo de tierra con características geográficas y geológicas diferenciadas.
Sin ahondar en tecnicismos, a la hora de adentrarnos en las principales variedades, mencionaremos las siguientes:
Tintas
Entre las tintas podemos mencionar: Malbec, Merlot, Garnacha, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Tempranillo, Sangiovese, Tannat, Pinot Noir, Petit Verdot, Bonarda, Barbera, Marselan, Nebbiolo, Monastrel y Syrah.
Blancas
A la hora de referenciar las blancas, destacamos: Chardonnay, Sauvignon Blanc, Chenin Blanc, Semillón, Viognier, Riesling, Gewurztraminer, Albariño, Verdejo, Moscatel y, a modo de mimo, nuestra simbólica Torrontés.
Conclusión
A modo de síntesis, cuando estamos inmersos en un viñedo, veremos un sinfín de filas de plantas con racimos de uva colgando. Si observamos en detalle una de ellas, nos daremos cuenta que el tronco de la vid sale de la tierra y se extiende dando vida a los racimos. Por definición, he aquí la cepa o cepaje.
Nos encontraremos, entonces, con racimos de Cabernet Sauvignon, Pinot Noir, Chardonnay, Sauvignon Blanc o alguno de los 3000 cepajes que hay en el planeta. Cada uva, con sus propias características organolépticas, en sintonía con el terruño, nos regalará vinos con una personalidad bien definida, que hará que se distinga con estirpe y elegancia en la copa.
El vino nos llega en una botella con su abanico de colores, aromas, texturas y sabores. Pero, el origen está en la tierra, en el viñedo y allí, pateando las viñas, podremos distinguir la impronta de cada una de las cepas que nos emocionarán en un pequeño sorbo. ¡Salud!
