Un glosario de términos vitivinícolas esenciales para que los lectores se sientan más seguros al hablar de vino
Cada profesión tiene su propio vocabulario. Médicos, abogados, arquitectos, ingenieros y un sinfín de carreras atesoran un lenguaje único y específico.
En el mundo del vino sucede lo mismo. Bodegueros, ingenieros agrónomos, enólogos, sommeliers, vinotequeros, restaurateuers y afines manejan sus códigos.
El consumidor, ávido de adentrarse en la terminología vinófila, quiere aprender y aprehender las palabras clave, de una manera simple y concreta para, luego, lucirse en toda mesa sibarita, en la que haya una buena copa en compañía de una rica comida.
A modo de síntesis, sin repetir y sin soplar, he aquí un diccionario, un glosario imprescindible con términos vinícola fundamentales para que ustedes (queridos y preciados lectores) se sientan más seguros a la hora de hablar del vino.
Añejo: Vino que ha sido sometido a un proceso de envejecimiento en barrica (crianza), en botella (estiba), o en ambas. En los tintos, se caracteriza por una suavización de la crudeza de la juventud.
Apagado: Opaco, insípido, falto de acidez. Puede ser, también, un vino espumoso que haya perdido gas.
Armónico: Vino enjundioso y en perfecto equilibrio en todos sus caracteres. Simboliza la máxima expresión de calidad de un líquido báquico.
Áspero: Vino de marcada astringencia, causada por exceso de taninos o de componentes herbáceos procedentes del escobajo, de las pepitas o de los hollejos.
Astringente: Sensación de sequedad, que se engancha al paladar, debido a un alto contenido de taninos (acompañado de un elevado tenor ácido). Cualidad que puede suavizarse cuando el vino madura. No es lo mismo que amargo.
Aterciopelado: Término que se utiliza con frecuencia para definir un vino noble, suave y fino a la vez. Un vocablo muy recurrente y beneficioso para el juicio del vino.
Avinagrado: Representa el olor del acetato de etilo, uno de los ésteres simples, indicativo de infección bacteriológica. De este modo, el vino es inapto para ser bebido, acético y desechable. El famoso “picado” en la jerga popular.
Cerrado: Término referido al vino de largo envejecimiento, que atraviesa una etapa en la que manifiesta una tímida expresión aromática. Hay que dejarlo “respirar” en la copa un largo tiempo para que pueda expresar sus características organolépticas.
Complejo: Vino que brinda una amplia gama de sensaciones en boca, en nariz y en vía retronasal. Sofisticado. Elegante.
Corto: Vino con caracteres aromáticos o gustativos fugaces y poco intensos.
Delicado: Vino con aromas y sabores de alta calidad, pero poco intensos. Sutil. Refinado.
Desequilibrado: Vino sin conjunción alguna entre sus componentes, debido al exceso o defecto de uno de ellos. Sinónimo: con aristas.
Dulzón: Vino de sabor débilmente azucarado. Se aplica a los vinos en los que el contenido en azúcar, aunque no sea demasiado alto, destaca de manera desagradable.
Especiado: Calificativo que se aplica al aroma (directo o por vía retronasal) de un vino, generalmente de prolongada crianza en madera y botella, en el que se aprecian sensaciones o recuerdos de especias (clavo de olor, pimienta, canela).
Equilibrado: Acertada combinación de los elementos físicos, tales como fruta, acidez, azúcar, tanino y alcohol.
Floral: Calificativo aplicado a los aromas primarios de algunos vinos que recuerdan al perfume de flores (rosa, violeta, jazmín).
Fresco: Vino con envolvente acidez, que produce sensación de frescura en la boca. Es un término aplicable a los vinos jóvenes de calidad.
Frutal: Vino delicado, que recuerda a diferentes aromas de plantas, al aroma propio de la uva con que ha sido elaborado o al que algunas otras frutas. Vino con predominio de aromas primarios.
Fuerte: Vino con caracteres de alcohol y cuerpo muy marcados. Intenso.
Gasificado: Vino con alto contenido en gas carbónico exógeno, es decir, no originado por el propio vino, sino añadido de manera artificial.
Insípido, insulso: Vino con falta de sabores. Soso. Poco expresivo.
Joven: Vino del año sin crianza y sin potencial de guarda. Es un término abstracto que en Argentina no tiene una definición específica desde el punto de vista legal.
Licoroso: Vino, en general, dulce. Es obtenido a partir de variedades de uva adecuadas con adición de alcohol. Único autorizado y con graduación adquirida superior al 15%. Algunas mistelas se incluyen en este tipo.
Ligero: Vino débil, que puede ser agradable pero que tiene poco alcohol y poco cuerpo.
Maduro: Vino en el mejor punto de su desarrollo, que ha alcanzado el apogeo de su maduración. Estado de suavidad previo a su curva descendente.
Oxidado: Cuando el vino está “oxidado” se hace referencia a una alteración por la acción del oxígeno, lo que afecta gravemente al color, aroma y boca del vino. Vulgarmente, se dice “ajerezado”.
Pasado: Vino que durante su almacenaje o durante su crianza ha superado el nivel idóneo de conservación, encontrándose en una fase de pérdida de atributos que desembocará en la decrepitud.
Picado: Vino con evidentes síntomas de avinagramiento.
Redondo: Vino en el cual todos sus componentes están en concordancia y ninguno de ellos sobresale más que otro. Equilibrado.
Robusto: Vino con cuerpo y alta graduación alcohólica.
Seco: Vino con corta o nula percepción de azúcares reductores. Que no es dulce. No es lo mismo que secante (áspero).
Sedoso: Vino que en el paso de boca muestra gran suavidad, sin detrimento de su firmeza.
Tánico: Vino astringente, consecuencia del exceso de taninos.
Terroso: Que recuerda a la tierra. Normalmente se debe al uso de carbonato de cal o al uso de materia filtrante no purificada. Un contenido elevado de sulfuroso produce también la sensación terrosa.
Vigoroso: Vino con potencia de sensaciones en la boca, sabroso y con cuerpo, acidez, taninos y alcohol notable y bien amalgamado.
Vivaz: Vino con una acidez adecuada, que no tiene excesos y con paso alegre por boca.