Blancos veraniegos: guía imperdible para saber qué tomar al borde de la piscina

Empieza la temporada estival y con ella aumenta el consumo de vinos frescos, ligeros y frutados

Siguiendo la premisa de un famoso canal de televisión, ¡estalló el verano! Llegó el calor para quedarse durante un puñado de meses y buscamos refrescarnos de todas las formas habidas y por haber. Piscina, mar, río y aire libre, en medio de las bondades de la naturaleza, son los principales atractivos de la temporada.

En materia vínica, es momento de abrir botellas de vino blanco. Son muy buenos compañeros (siempre bebamos con moderación) estivales, gracias a su frescura característica. Cuando son jóvenes y no pasar por madera, los asociamos a la frutosidad, la agilidad, la ligereza e inevitablemente pensamos en el verano. Ideal para apaciguar las altas temperaturas, acompañan ensaladas, pescados, mariscos, sushi, ostras y hasta carnes blancas.

Cuando, en cambio, pasan por barrica y evolucionan muy bien con el paso de los años, pensamos en elegancia, volumen, untuosidad y noches de verano en las que la brisa se hace mansamente presente. Estos exponentes se llevan de diez con platos condimentados, pastas, pollos al curry, ahumados y –por qué no- algunas carnes rojas suaves.

Porque son versátiles. Porque se disfrutan en la previa de las comidas. Porque son aperitivos infalibles. Porque abren el apetito y por muchas otras razones, los vinos blancos son las estrellas de la movida del verano.

A modo de abanico, le propongo un ABC con diferentes cepajes para su deleite. Lea bien, elija de manera pausada y después me cuenta cómo le fue.

Chardonnay

Es la reina de las blancas, la uva más bebida en el mundo. Afamada en todos los cantos, es símbolo de la región de Borgoña y base de Champagnes franceses y espumosos argentinos. Icono californiano, se “banca” muy bien la barrica (muchas veces, hasta fermenta en roble). Sobresale por sus notas lácticas, frutas secas (avellanas, almendras, nueces), cítricas o tropicales (según la región). Presenta untuosidad y buen volumen en el paladar. Es una cepa elegante, refinada, con buen potencial de guarda y mucha personalidad. Da vinos estructurados y enjundiosos.

Si se cultiva en zonas frías, destaca notas clásicas a pera, miel, almendras o manzana verde. Si, en cambio, viene de zonas cálidas, se muestran más voluptuosos y “gruesos”, como se dice en la jerga. Aparecen marcadas notas florales.

Hoy, además, se suman los Chardonnay de estilo moderno. Son menos untuosos, no evidencian tantas notas terciarias aportadas por la madera, ni son demasiado voluminosos o “melosos”. Esta nueva onda va detrás de exponentes con frescura, acidez envolvente y facilidad a la hora de degustar el producto.

Maridajes con Chardonnay
Si son jóvenes: ensaladas de langostinos, ensalada Caesar, salmón en salsa de limón, carnes blancas sin mucho condimento, pescados sin mucho tenor graso y aperitivos.

Si son evolucionados y tienen madera: carnes de poco tenor graso (pollo, conejo), aves (codorniz), cortes de cerdo (solomillo), pastas rellenas, ahumados (salmón) y pescados grasos.

Sauvignon Blanc

Da etiquetas frescas, frutadas, ligeras. En general, los vinos que nacen de esta variedad no pasan por barrica, siendo ideales para beber en el año de cosecha. Son exponentes ligeros, amenos, tomables y con acidez envolvente. En general, expresa notas cítricas, herbáceas, arvejas o espárragos (según región). Siempre sobresale la frescura pronunciada en nariz y boca. Con el paso del tiempo, se apacigua su acidez.

Maridaje: va bien con platos de buen tenor ácido (cebiche, el mejor ejemplo), platos que lleven tomate (salsas con marcada acidez), pastas con salsas de frutos de mar, comidas picantes (la acidez barre el picor), carnes de ave, frituras de pescado o, por supuesto, como aperitivo.

Torrontés

Huele literalmente a uva. Amaga en nariz a ser dulce y tiene un amargor particular. Símbolo de la viticultura argentina, es muy perfumado, con pronunciadas notas florales intensas (jazmín, rosas blancas). Se da de diez en el NOA: La Rioja, Catamarca y Salta (Cafayate) son su gran hogar.

Maridaje por excelencia: empanadas salteñas. Además, es eximio compañero del sushi y las comidas picantes (asiática).

Esta variedad típica nacional forma parte del grupo de los cepajes «criollos». Si bien existen diferentes tipos, el Riojano expresa mejores cualidades para la elaboración de vinos muy frutados y a la vez secos, lo que les ha valido varios galardones internacionales).

Sus aromas recuerdan a la Moscatel, pero de manera más suave y elegante, con una intensa voluptuosidad frutada y tonos especiados y florales.

Origen: Cruza entre la Moscatel de Alejandría y Criolla Chica. Es un cepaje perfecto para producir vinos del tipo de cosecha tardía con uvas sobremaduras.

Viognier

Da vinos intensos, con marcadas notas frutales y florales. Expresa típicos aromas y sabores a manzana roja, tropicales (mango, durazno, ananá) y florales (madreselva, magnolia). De complejo bouquet, brinda exponentes sofisticados.

Si pasan por barrica, pueden tener un excepcional potencial de guarda (5/7 años). A la hora del maridaje, pensemos en cocina mediterránea, a base de pescados; cocina asiática y cocina vegetariana. Si queremos algo un poco más exótico, imaginemos un tándem con frutas secas, a la hora del postre.

Si tiene crianza en barricas, armoniza carnes blancas no muy picantes, quesos semiduros sin demasiada intensidad.

Riesling

Cepaje, curioso, peculiar. Sorprende por sus aromas tropicales y su final de boca secante. Versátil, va bien como aperitivo, a partir de su textura delicada, fina, poco volumen y escasa graduación alcohólica. Entre sus notas organolépticas, aparecen flores secas, uvas pasa, higos, mermeladas y frutas exóticas.

Si está vinificado como seco, tiene una acidez súper refrescante. Si es dulce, da excelente vinos de otoño, ideales para el postre.

Maridaje: Es un gran abridor de apetito (Aperitivo), armoniza con pescados y mariscos, platos asiáticos, ensaladas variopintas y carnes blancas. Si es dulzón, encaja a la perfección con postres a base de frutas.

Albariño

Da exponentes muy aromáticos, con marcadas notas frutales (fruta blanca, manzana, cítricos, piña, durazno), amalgamados con toques florales (jazmín, flores blancas), balsámicas y especiadas.

En boca nos seduce con su perfecto equilibrio entre alcohol y acidez. Muy agradable final de boca, evidenciando una sensación muy fresca. Es ideal para acompañar ostras o camarones para exaltar su sabor ácido y sabroso.

Gewurztraminer

Su volumen envolvente es siempre garantía de calidad. Presenta aromas intensos (exuberantes), exóticos, en sintonía con una acidez media/baja.

Sus vinos, en general, son frescos, ligeros, pero con buena estructura final. Aparecen notas a flores (rosas, jazmín), litchi, maracuyá, frutos tropicales (mango) y especias orientales.

Maridaje: Aperitivo, cocina oriental (por excelencia), sushi, curry y comida picante. Asimismo, es buen amigo de las verduras y hortalizas cocinadas al vapor, pato y pollo, ensaladas de frutas y postres.

Chenin Blanc

Variedad anhelada para destacados vinos secos, semisecos y ligeramente dulces que se vuelven muy melosos y ricos en los años buenos. También dan espumosos pálidos, fragantes y ligeros. Se la utiliza en cortes (sabores frutales y buena acidez). Sus cosechas tardías ofrecen aromas delicados.

Acompañan quesos de cabra, pastas, pescados, sushi y pollos. Además, potencian el picor de los platos asiáticos. A la hora de los postres, imaginemos una buena porción de manzana.

Semillón

Ideal para óptimos vinos secos o dulces. Variedad con muy buen potencial de guarda. Su evolución es similar a la del Chardonnay. Se adapta de maravillas a la madera.

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