El vino es como nosotros. Un ser vivo, un líquido vibrante, en evolución permanente. Nace, crece, se desarrolla, alcanza su punto máximo de madurez, decae y muere. Cualquier similitud con el ser humano (no) es pura coincidencia.
Según sus características organolépticas, el vino, desde que sale a la luz, tendrá un mayor o menor potencial de guarda. Es decir, una curva de vida tentativa que, como los mortales, no la sabemos a ciencia exacta.
En líneas generales, los vinos jóvenes y sin paso por barricas tendrán una vida útil corta. Aquellos que tienen sutiles toques de madera o descansaron un puñado de meses en el roble, tendrán una vida más prolongadas que los anteriores. Y, por último, los caldos que atesoren un prolongado paso en las barricas serán longevos.
Lo que une a estos tres estilos de productos es su inevitable evolución. Al igual que los seres humanos y los quesos, de manera indefectible, el paso del tiempo les dará una impronta particular.
El momento ideal para descorchar un vino
He aquí el gran desafío de los paladares vinófilos sibaritas. La pregunta del millón es ¿Cuándo es ideal tomar un vino? Nuestro consejo es hacerlo cuando esté pleno, algo difícil de saber si no tenemos algunas nociones básicas.
Lo importante es que el vino que disfrutemos en casa siempre “tenga algo interesante para brindar”. Tratemos de vivenciar un líquido que no esté en su epílogo o que le haya pasado su “cuarto de hora”.
Ojo, puede pasar que hayamos abierto una botella y, resignados, nos lamentemos, pues es un exponente que aún tiene “mucho por delante”. Lo que, sin duda, es cierto, será preferible tener esta sensación a tomar un vino que “ya fue” y solo nos sirva para un caldo de cocción.
Como fuere, la indefectible evolución del vino debe ser cuidada. Tenemos que guardarlo y conservarlo de la mejor manera posible para que ese inexorable transcurrir de los años sea lo mejor posible.
Si comparásemos ese devenir con nosotros, imagínense si no hiciésemos caminatas o ejercicio físico. Nuestra evolución sería acelerada y de modo desacertado. En cambio, aquel que se mantiene en forma, madurará con mayor elegancia.
Cómo conservar un vino en casa
Ya sabemos, entonces, que debemos atesorar el vino en condiciones óptimas para que su evolución sea muy atinada. Pensemos un lugar bien lejos de la cocina o rincones en los que se manipulen temperaturas, olores y sean propicios para las vibraciones. También descartemos lugares luminosos o que estén condicionados por los rayos del sol.
Sería indicado tener una cava eléctrica climatizada o, en su defecto, dejar estibar los vinos en un armario, cava subterránea o espacio con buena humedad relativa, oscuridad y sin ruidos o cambios bruscos de temperatura.
A continuación, veremos un ABC de las condiciones de conservación indicadas para disfrutar un vino en casa como nos lo merecemos.
- OSCURIDAD: Debemos guardar el vino en un lugar que contenga poca luz o nula. Ella es enemiga pública número uno del líquido báquico, favoreciendo su descomposición.
- AIREACIÓN: Es fundamental que haya una óptima circulación del aire. Así, evitaremos olores raros y la indeseada propagación de hongos.
- TEMPERATURA: El rango ideal de conservación oscila entre los 14° y 16° (aconsejamos tener la cava refrigerada de este modo). La baja temperatura frena la evolución. La alta, en cambio, la acelera.
- ESTABILIDAD: Guardemos el vino en un lugar donde no existan las vibraciones. Los sólidos en suspensión decantan y perjudican la evolución del líquido.
- HUMEDAD: El lugar en el que descansen nuestros vinos debe tener una humedad relativa del 70%. El objetivo es evitar la propagación de hongos y la pérdida del líquido. Asimismo, se conservan de manera muy precisa las etiquetas y los corchos.
- POSICIÓN: Los vinos se estiban en forma horizontal. En cambio, espumosos y destilados, de manera vertical. La finalidad es evitar posibles transferencias de olores y sabores no deseados o desagradables.
Es fundamental que el corcho permanezca húmedo también en su parte interior, por lo que es necesario que esté en contacto con el vino (el vino se almacena en posición horizontal). Además, una pequeña inclinación permite que los sedimentos se depositen en el fondo. En definitiva, lo ideal sería que las botellas se encuentren en posición horizontal con una inclinación de entorno al 5%.
Por otro lado, no conviene perturbar el reposo del vino de manera innecesaria, siendo más que aconsejable el uso de botelleros individuales y evitar mover varias botellas (sobre todo las más añejas) y marear el vino para sacar una sola.
En el caso de espumosos, Champagnes y destilados, recomendamos la guarda de manera vertical. En relación a las botellas con presión interna, mantienen el corcho expandido, evitando, así, el paso del oxígeno.
Todas estas razones, fundamentadas en las líneas anteriores, son claves para propiciar la óptima evolución del vino. Debemos cuidarlo y conservarlo con mucho amor. Estamos en presencia de un ser vivo que quiere, siempre, expresarse en su plenitud para que todos los brindis (con moderación) sean memorables. ¡Salud!