sacacorchos de vino

Cuatro curiosas historias para los amantes del buen vino

Cuatro relatos distintivos para que disfrutes este fin de semana

 

Una plaga insoportable

Si usted tiene pensado recorrer viñedos en cualquier latitud del mundo, seguramente le mencionarán el tema de la filoxera. Considerada la gran plaga del vino, la Phyloxera vastatrix es un pequeño pulgón que atacó ferozmente las raíces de las vides europeas a mediados del siglo XIX. 

Provenía de América y contagió por primera vez las viñas inglesas en el año 1863. Luego, siguió camino hacia Francia, donde causó estragos. Se extendió tan rápido, que pudo haber acabado con todos los viñedos del Viejo Mundo. Sin embargo, las investigaciones realizadas descubrieron que el insecto, un áfido, no atacaba las vides injertadas con rizomas americanos. 

El ciclo vital de este peculiar pulgón es inusual y fue descripto por George Ordish en su libro La gran plaga del vino (1972). La única manera de combatir este molesto insecto es inundar el viñedo, pues no se lleva bien con la tierra arenosa. Así, los viñedos plantados sobre arena siguen teniendo sanas sus raíces.

En el continente americano existen viñedos que nunca fueron atacados por la filoxera. Por ende, varios viticultores plantan vides sin injertar. De todos modos, la amenaza siempre está latente y en algunos viñedos se injertan las vides.

Existen ciertas diferencias entre los vinos elaborados a partir de cepas injertadas y no injertadas. Las uvas de vides no injertadas producen un jugo y, por lo tanto, un vino más delicado, suave y con más matices de bouquet y sabor en el paladar. 

Por este motivo, propietarios de viñedos, a pesar de la endémica filoxera, optaron por mantener productivas esas vides, que al no entendido le pueden parecer feas y retorcidas. Aún con el posible costo de replantarlas (algo enfermizo para para los viticultores hace muchísimos años), mantener esas cepas en una forma de enfrentarse a la plaga. 

Una vez en el suelo, la filoxera ya no puede erradicarse, a menos que se inunde el viñedo. ¡Es poco práctico y muy costoso!

 

Orígenes de las botellas

El término “botella” es antiguo y de origen francés (bouteille), derivado a su vez del latín tardío buttícula o tonel pequeño. Si bien es un recipiente de vidrio y de cuello estrecho,  hubo de otros materiales, como barro y cuero, según algunas canciones antiguas inglesas.

De todos modos, el cristal ha sido el material que divulgó con mayor rapidez este recipiente, que adoptó un sinfín de formas y tamaños. Hacia fines del siglo XIX, el vino ya se envasaba habitualmente en botellas de vidrio o cristal para mejorar sus cualidades. 

Anteriormente, el envase más utilizado se asemejaba más a los jarros, más fáciles de rellenar desde la barrica y muy práctico para realizar el servicio en la mesa. Sin embargo, con la proliferación del corcho como tapón, los fabricantes de botellas vieron aumentar la demanda de este tipo de recipiente. 

La fabricación de botellas no se estandarizó hasta tiempos relativamente recientes, definiéndose formas y tamaños convenientes para su uso y comercialización. 

 

Inicios de la decantación

Los primeros decantadores fueron los jarros y frascos usados para el servicio del vino y el agua. En un primer momento, los frascos de base más amplias fueron objeto de decoraciones pintadas o talladas. 

En poco tiempo, a los decantadores se les adjuntó una etiqueta colgada alrededor de su cuello por una ligera cadena, en la que se informaba el contenido, origen y características. Cuando empezó a difundirse su utilización, experimentados vidrieros europeos empezaron a elaborar decantadores cada vez más elegantes y preciosos, con una refinada decoración.

Así, por ejemplo, en el siglo XIX los decantadores eran de cristal grueso, diseñados con grabados muy elegantes. Hacia el siglo XX, los decantadores de whisky y ginebra y, probablemente, Jerez, tendieron a ser de vidrio muy espeso y poco estilizados, pues la intención era hacerlos menos frágiles, más sólidos y más prácticos a la hora de sujetarlos. 

 

Peculiaridades del sacacorchos

Denominado, en sendas oportunidades, descorchador, es un utensilio muy antiguo. Las primeras referencias datan de 1681, otrora conocido como “un gusano de hierro usado para quitar el corcho de las botellas”. Ha habido y hay una gran diversidad de sacacorchos. 

Algunos de los más añejos tenían adosado un cepillo en su empuñadura, probablemente para eliminar la cera que debía utilizarse para sellar la botella. Otros, por su parte, presentan estructuras para apoyarse en la botella y ganar firmeza en la acción de enroscar y desenroscar la barrera o torno. 

En nuestros días, existen centenares de sacacorchos diferentes y con diversos mecanismos, algunos de ellos con innovadores aportes de diseño o funcionalidad. Muchos de los sacacorchos más modernos han sido pensados para no realizar apenas esfuerzo en la operación de enroscar y desenroscar, y mientras sujetemos la botella con cuidado, serán de enorme ayuda. Hoy, los sacacorchos salientes son los denominados pulltaps o sacacorchos de dos tiempos.

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