¿Qué pasa cuando llega el epílogo en una comida? ¿Podemos tomar vino con un postre? ¿Cuál? ¿Qué características debería tener? Aprovechamos el Día Internacional sin dietas (6 de mayo) para responderte estas dudas y tentarte con exquisitos maridajes.
La regla general indica que “lo dulce va con lo dulce”. Es decir, a la hora de los postres, es ideal acompañar con una copa de vino dulce. A partir de esta premisa, entrarán en juego, lógicamente, un sinfín de variantes, con el objetivo de maridar los dulzores de manera atinada.
Si un postre tiene mayor acidez o salinidad que dulzor, el tenor sucroso del vino no debería ser elevado. El objetivo es buscar la combinación enogastronómica más atinada para que el paladar se deleite en una armonización de sabores enjundiosa.
Vino y postres: las maridajes más deliciosos
Los vinos dulces en nuestro país suelen ser a base de Torrontés, Semillón, Sauvignon Blanc o Chenin. En sus versiones tardías o dulces naturales, son un clásico en el cierre de almuerzos y cenas.
Por su sutileza y versatilidad, estos blancos en “Modo Dulce” se entienden a la perfección con postres como cheesecake, tartas de ricota o tibias de manzana y hasta ensaladas de frutas.
También, podemos optar por una copa de espumante demi sec o dulce, que encajarían muy bien con duraznos en almíbar o alguna fruta tropical con un delicado acompañamiento de crema.
Si preferimos salir de los vinos, una gran opción es la sidra dulce de manzana o pera, ambas de moda en estas latitudes.
Si pensamos en helados (los argentinos somos fans empedernidos), los vinos dulces jugarán nuevamente un papel principal. Las opciones son infinitas, pero, a modo de síntesis:
- los gustos cítricos irán con un Sauvignon Blanc, Torrontés o Riesling dulce;
- los cremosos, con Chardonnay o Chenin dulce;
- y los siempre pedidos por “todo el mundo” en las reuniones, dulce de leche y chocolate, irán de diez con vinos dulces elaborados a partir de uvas tintas como Malbec o Pinot Noir.
Por último, a tono con el mencionado chocolate, rey de los postres en todas las versiones habidas y por haber, es muy buen compañero de vinos tintos dulces. Aquí, es importante tener en cuenta el tipo de cacao y elaboración. Podemos inclinarnos por un Mistela o, quizás, también, un fortificado intenso, con dulzor acorde a las características del chocolate.
Queda claro, entonces, que las opciones entre vinos y postres son infinitas. Lo importante es superar prejuicios y barreras en relación a una combinación que durante muchos años ha sido tabú. El vino y el postre pueden ir de la mano. Hágame caso, pruebe alguna de las propuestas sugeridas y después me cuenta.
¡Hasta la semana que viene!