El vino es un ser vivo. Nace, crece, se desarrolla, alcanza su punto máximo, decrece y muere. Por ello, su óptima conservación es fundamental para propiciar una evolución saludable.
¿Qué quiere decir esto? Que debemos cuidarlo y guardarlo en un lugar que tenga condiciones ideales para ello. Es decir, un espacio con poca luminosidad, sin vibraciones, a temperatura controlada, con una atinada humedad relativa y lejos de los olores de las cocinas.
Moraleja: el vino no puede guardarse en cualquier espacio. Mucho menos en un rincón en el que las temperaturas fluctúan, hace calor o los rayos del sol son incesantes.
Desde las primeras líneas de esta nota, alentamos a pensar en el vino como un ser vivo, como alimento y como un producto delicado, que merece ser atesorado en condiciones de almacenamiento inmejorables para que desarrolle sus características organolépticas de manera atinada.
Hoy, están muy de moda las cavas eléctricas, que cuentan con las normas indicadas de temperatura, humedad y luminosidad. Son excelentes conservadoras del vino, que allí, entre la quietud y la escasa luz, reposará de maravillas.
Tu propia cava subterránea
Sin embargo, el sueño de todo sibarita o wine lover es armar la propia cava subterránea. Por supuesto, si el espacio de nuestra casa lo permite. ¿Imaginamos una cueva bajo tierra con un sinfín de etiquetas preciadas?
Las denominadas bodegas subterráneas son ideales para guardar vinos en condiciones perfectas. Allí, los vinos estarán acostados, en penumbras, alejados de cualquier fuente de calor y con la ventilación necesaria para mantenerse en excelente estado de salud.
En estos espacios subterráneos, la temperatura se mantiene constante y es una gran noticia. Conservar el vino entre 10° y 14° grados como en estos lugares especialmente ambientados es una gran decisión.
Además, en relación a la posición horizontal de los vinos, debemos resaltar el contacto entre el líquido y el corcho, que se mantendrá húmedo, afín de evitar que se seque, pierda volumen y, en consecuencia, ingrese oxígeno que afectará la sanidad del vino.
Otra de las grandes ventajas de la guarda en cavas subterráneas es que tendremos un ambiente oscuro y sin ruido. Protegidos del exterior, los rayos del sol, los olores invasivos, los movimientos y las vibraciones, los caldos encontrarán aquí el hogar soñado.
¿Hay alguna otra razón por la debamos conservar un vino bajo tierra? Sí, por supuesto. Más allá de lo mencionado con anterioridad, evitaremos la luz directa, que nos permitirá evitar la oxidación indeseada con la posterior pérdida de aromas y sabores intrínsecos.
En definitiva, a modo de conclusión, las construcciones subterráneas cuentan con las condiciones impecables para mantener el vino en buen estado de salud, favoreciendo su evolución equilibrada. Desde la ventilación, hasta la temperatura y humedad, en estos lugares que se asemejan a catacumbas ambientadas lúdicamente para el vino, todo está pensado para que los líquidos no se arruinen.
Así, sin importar la estación del año, atesoraremos los vinos en las mismas condiciones, sin modificaciones bruscas del termómetro, alejados de las vibraciones y los olores que pueden jugarnos una mala pasada.
Guardar el vino como corresponde nos permitirá sorprender a nuestros invitados, que serán agasajados con el vino perfecto, de la mano de los anfitriones perfectos. ¡Salud y hasta nuestro próximo encuentro!