Se avecinan las Fiestas y es tiempo de descorchar espumosos de todo tipo y factor. Sinónimo de celebración, las burbujas engalanan nuestras copas para brindar por los buenos augurios, por el porvenir familiar y por los mejores deseos en el año que comienza.
Sin embargo, más allá de tener la certeza que habrá chin chin con algún producto petillante, muchos no saben qué tomar ni qué combinación enogastronómica proponer. En materia burbujeante, varios paladares eligen por marca o etiqueta bonita.
El objetivo de las siguientes líneas es proponerle un ABC de espumosos para que, en vísperas de las festividades findeañeras, pueda deleitarse con opciones interesantes, refrescantes y enjundiosas.
Secos: solos o con platos
Empecemos por las burbujas secas. Es decir, aquellas etiquetas cuyos líquidos báquicos tienen en su interior pocos gramos de azúcar por litro. Son ideales para disfrutar como aperitivo o con elaboraciones simples, frías, a base de pescados, mariscos, mix de verdes o carnes blancas delicadas.
Estos productos son perfectos para abrir el apetito y nos predisponen de la mejor manera para vivenciar las “grandes comilonas”, en las clásicas largas mesas familiares. Su sequedad, acidez y frescura, en tándem con las finas burbujas, nos invitan a iniciar una velada inolvidable.
Otra opción de apertura de comida son los tragos. Sin embargo, los espumosos picaron en punta en el último decenio debido a su menor dosaje alcohólico (unos 30 grados menos) y su sutileza. Servidos a una temperatura que oscila entre los 5 y 7 grados (manténgalo siempre refrigerado en una frapera con agua y hielo), se han convertido en una alternativa más que válida a la hora de recepcionar a los invitados.
Más allá de beberlos solos, son compañeros perfectos de preparaciones como la típica copa de camarones, cebiches variopintos, canapés de bienvenida, bocaditos de salmón y ensaladas que colorean la antesala de la mesa navideña o de año nuevo.
Según su voluminosidad y estructura, también combinan con los infaltables vitel toné, pavita fría a la naranja y platos de antaño como lomo o cortes de cerdo. Aquellos espumosos elaborados bajo el Método Tradicional o Champenoise (segunda fermentación en botella), serán más complejos y acompañarán elaboraciones más sofisticadas. En cambio, las burbujas que tuvieron su segunda fermentación en tanques (Método Charmat) preferirán exquisiteces gastronómicas más frecas, ligeras y hasta con tintes exóticos.
A modo de guía de bolsillo, es importante destacar que dentro de los espumosos secos hay cuatro categorías comerciales: Nature, Brut Nature, Extra Brut y Brut.
- El más seco es el Nature, con menos de 3 gramos de azúcar por litro.
- Le sigue el Brut Nature, entre 3 y 7 g/l.
- Luego, el afamado Extra Brut, que tiene entre 7 11 g/l.
- Finalmente, el más “dulce” de los secos es el Brut, que presenta entre 11 y 15 g/l.
Todas estas opciones son fantásticas para la previa o para acompañar diferentes comidas. Es cuestión de sacarse prejuicios y dejarse llevar por los encantos de las burbujas, que seducen a los paladares más exigentes desde que Dom Perignon las descubrió por casualidad.
Una dulzura especial
Pensemos, ahora, en el epílogo. Es hora del pan dulce, la garrapiñada, el mazapán, las frutas secas y los turrones. ¿Qué es conveniente descorchar para el cierre? Sin duda, espumosos semi dulces o dulces.
En la Argentina tenemos una rara tradición de acompañar el fin de las comidas navideñas con burbujas secas. En realidad, como hemos visto, estas son perfectas para abrir el apetito. Entonces, combinemos dulce con dulce (sin empalagarnos).
A la hora del pre postre, son geniales los espumosos Demi Sec (entre 15 y 40 gramos de azúcar por litro). Unos quesos (imitando a los franceses), algún shot helado que limpie el paladar o hasta las infaltables ensaladas de fruta que anticipan las dulzuras típicas de esta época, van de maravillas con estos burbujeantes que combinan sequedad y dulzor a la perfección.
Finalmente, el postre lo acompañamos con un espumoso dulce (entre 40 y 60 g/l) o Extra Dulce (más de 60 g/l). Es fundamental tener en cuenta el dulzor del plato para no fallar en el intento. La regla indica que debemos equilibrar ambos productos según la cantidad de azúcar para no que “pisen” ni tapen sus características organolépticas.
Así, un cheescake se llevará mejor con burbujas dulces que tengan, asimismo, buena acidez. En cambio, un volcán de chocolate necesitará un compañero con dulzor más pronunciado para logar un gran entendimiento.
La propuesta ya está hecha. Solo resta que imprima esta mini guía, vaya a su vinoteca amiga y pida opciones burbujeantes según lo que quiera disfrutar en las próximas comidas navideñas y de fin de año. Cualquier cosa, me chifla. Aquí me encontrará. Este humilde servidor estará siempre listo para despejar sus dudas en materia de vinos. ¡Felices Fiestas!