Que el “vino se toma a temperatura ambiente” es un mito. Una leyenda urbana, que no se condice con la realidad. Cada vino debe tomarse a la temperatura adecuada, afín de apreciar (siempre con responsabilidad y moderación) de la mejor manera sus infinitas características organolépticas.
¡Imagínense beber un vino a temperatura ambiente en verano! Lo encontraríamos alcohólico, sin elegancia y ni agradabilidad. ¿Qué tips, entonces, debemos tener en cuenta para beber una copa fresca, como corresponde, en épocas de altas temperaturas? En BordeRío, te damos los mejores consejos:
1. Frapera a mano
Hemos afirmado que cada estilo de vino debe servirse en su temperatura indicada. De todos modos, debajo de la sombrilla, a la vera del mar, el río o al borde de la pileta, el vino se calentará rápidamente. Por ello, es fundamental tener una frapera o balde con hielo y agua para mantener el frescor del vino, a pesar del agobiante calor estival.
2. Enfriar previamente la copa
En tiempos veraniegos, recomendamos refrescar la copa en la heladera entre 45 minutos y una hora antes, así servimos el vino en un recipiente que estará fresquito y mantendrá por más tiempo la temperatura ideal ante el impiadoso sol que se hace presente por estas latitudes.
3. Respetar las temperaturas de servicio
Ello nos ayudará a disfrutar definitivamente de una copa. Los blancos ligeros se sirven entre 8 y 10 grados; los blancos con cuerpo, entre 10 y 12 grados; los rosados, entre 8 y 10 grados; los tintos ligeros, entre 12 y 14 grados; los tintos de cuerpo medio, entre 14 y 16 grados; los tintos con buen cuerpo, entre 16 y 18 grados. ¿Y los espumosos? Siempre entre 5 y 7 grados.
4. Evitar dejar el vino al sol
Una vez abierto el vino, si no tenemos frapera, evitemos dejar la botella al aire libre. Podemos volver a meter el líquido en la cava (si contamos con ella) o en la heladera. Es fundamental que el producto no levante temperatura, pues se arruinará.
5. Vinos, a resguardo de las altas temperaturas
Si en casa no tenemos cava, guardemos los vinos lejos del sol y el calor. Busquemos un lugar con buena humedad relativa (sótano, armario) para impedir que los sofocones estivales arruinen el líquido.
6. Abrir el vino ya en óptimas condiciones
Es fundamental servir el vino en su temperatura adecuada. Incluso, aún mejor, uno o dos grados debajo de lo sugerido. Si el vino lo empezamos a tomar caliente, tardaremos unos cuántos minutos en disfrutarlo como corresponde y ello generará fastidio.
7. No excedernos con el frío
El vino, por más que sea verano, no se debe tomar “helado”. Si casi que lo congelamos, no sentiremos sus propiedades intrínsecas. Además, el paladar quedará gélido, sin sensaciones por describir. Moraleja: el vino fresco, sí. Helado, no.
8. Cuidado con la evolución indeseada
Una botella expuesta a altas temperaturas propiciará una evolución negativa del vino. Por ello, hacemos hincapié en una guarda atinada, durante todo el año. Nuestro consejo es armar una cava o destinar un espacio de nuestra casa a la óptima conservación del vino.
9. ¿Hielo sí o no?
Hemos recomendado beber el vino en su temperatura ideal. Sin embargo, si el vino nos llega a la mesa caliente y las altas temperaturas no nos dan tregua, podemos echar un hielo para refrescar el líquido. Recomendación: sacarlo a la brevedad para que el caldo no sea aguachento.
10. Fresco, siempre fresco
Días y noches de verano nos esperan durante los próximos dos meses. Por ello, a modo de síntesis y repaso, sírvanse el vino fresco, lo que nos dará sensación de agilidad y tomabilidad en paladar, con una acidez refrescante y seductora. Y, por supuesto, seamos responsables y disfrutemos con moderación.