El vínculo del vino con diferentes ramas del arte es histórico. ¿Cuántas veces hemos visto una película o una obra teatral con una copa en mano? ¿Cuántas veces nos hemos relajado en casa escuchando nuestra música favorita mientras damos un sorbo de vino? ¿Cuántas veces cerramos la jornada laboral buceando en las páginas de un libro en compañía de nuestra etiqueta vínica predilecta?
El vino y el arte, en general, van de la mano. “El vino es arte”, sostienen los más puristas. Sin embargo, hay otras opciones para “maridad” la bebida más noble de todas. Entre ellas, aparece el yoga. ¿Podemos combinarlos? Sí, por supuesto, aunque usted todavía esté leyendo esta nota de reojo.
La tendencia actual indica que, entre viñedos, además de apreciar la maravilla de la vid y el maravilloso entorno natural, la práctica del yoga es cada vez más frecuente. ¡Qué mejor que aplicar el concepto de Mens sana in corpore sano al aire libre y en el lugar en que nace el vino!
Razones para unir el vino con el yoga
Pensar en vino y yoga nos hace relajar. Es, literalmente, terapéutico. Está comprobado que la práctica frecuente del yoga previene enfermedades cardíacas, tensiones e, incluso, nos ayuda a bajar de peso. El vino, por su parte, considerado alimento, ofrece numerosos beneficios para la salud gracias a sus proteínas y enzimas (como hemos visto en notas anteriores).
La ingesta de una copa diaria “protege” el organismo de enfermedades cardiovasculares y del envejecimiento prematuro de las células de la memoria. Además, ayuda a bajar la masa corporal, mejora nuestra piel, previene y disminuye las alergias por sus propiedades antihistamínicas.
El vino (consumido siempre con moderación) es, sin duda, una bebida que tiene efectos positivos en el cuerpo. Por ello, la armonización con el yoga potencia las cualidades mencionadas, en un estado de bienestar.
Asimismo, el vino nos une y fomenta vínculos. Compartir una botella entre amigos, familiares y seres queridos engalana cualquier momento, en cualquier circunstancia. El “chin chin” en una buena mesa nos alegra el corazón y nos lleva a pensar en anécdotas, historias mínimas y un sinfín de imágenes tan amenas como imborrables.
El yoga va por la misma senda. Es un factor inequívoco de sociabilidad, mancomunión y amistad. Su práctica nos lleva a vivir mejor, en plena sintonía con nuestro entorno. Es introspectivo, nos hace estar bien con nosotros mismos y, de este modo, alcanzamos el deseado bienestar físico y mental.
Si el vino une, el yoga también. Nos conecta con el prójimo y con los placeres de la vida. Es positivo, brinda una energía agradable y con una gran sensación de cercanía con las personas. La práctica de este ejercicio propicia vivir mejor. En paz y armonía.
Dime qué vino tomas y te diré qué yoga haces
No hay un solo tipo de yoga. Hay miles de opciones. Lo mismo sucede con el vino, que nos sorprende, día tras días, con un sinfín de varietales, estilos y terruños. He aquí un nuevo punto en común entre ambos: la infinita diversidad.
Así como en el vino encontramos una paleta variopinta de colores, aromas y sabores, en el yoga también descubrimos un centenar de posturas, inhalaciones y exhalaciones. Brinda al cuerpo y la menta un permanente flujo y saludable renovación. Por su parte, el vino y sus circunstancias representan el compañero ideal del yoga.
En definitiva, beber una copa de vino y relajar nuestros sentidos a través del yoga, ofrece múltiples beneficios. Por ello, diferentes bodegas aprovechan su espléndido entorno natural para acondicionar la práctica del yoga y, así, brindar una alternativa turística innovadora y saludable.
Entre viñedos y barricas, el público sibarita tiene la posibilidad de vivenciar una inolvidable jornada de meditación y tranquilidad en en entorno anhelado, definitivamente de ensueño. El plan, tentador, invita a recorrer las instalaciones de la bodega, realizar una cata y almorzar para realizar el maridaje perfecto. Luego, a modo de relax y deleite con la naturaleza, llega el momento del yoga. Un placer total para los sentidos.
Actualmente, en BordeRío, muchos paladares sibaritas, post comida bien regada con los innovadores vinos de la bodega, van a disfrutar los encantos de la laguna, en “modo off”, afín de vivenciar a pleno el entorno al aire libre, de cara a las vides. Un muy buen plan para estar en sintonía con el medioambiente y en total paz con la vida. ¡Salud!