Los beneficios del vino tinto para la salud: ¿mito o realidad?

“Una copa de vino tinto por día hace bien para la salud”. Esta frase, que se repite una y otra vez de generación en generación, afirma que la bebida más noble de todas tiene un sinfín de beneficios saludables.

¿Es cierto esto? ¿Está científicamente comprobado? ¿Es un mito? En primer lugar, aclaramos que los especialistas hacen hincapié en que es óptimo tomar una o dos copas diarias. Bajo ningún concepto refieren a una botella entera.

Dicho esto, es totalmente verídico y realista que el vino tinto tiene propiedades que le hacen bien a nuestro cuerpo. A continuación, enumeramos los argumentos que sostienen esta milenaria afirmación:

  • El vino tinto contiene antioxidantes. Las uvas tienen una holgada cantidad de polifenoles y, consecuentemente, se previene el envejecimiento. Según un estudio internacional, los polifenoles tienen efectos positivos en la función cardíaca, reducen las enfermedades cardiovasculares, previenen la arteriosclerosis y los ataques cardíacos, así como disminuyen el riesgo de hipertensión y diabetes.
  • El resveratrol es uno de los antioxidantes más potentes que contiene el vino tinto, con incidencia directa en el cerebro. Reduce el riesgo de Alzheimer, pues en un consumo moderado y responsable, hace bien a la memoria.
  • Entre otras bondades del vino tinto, se ha comprobado que previene algunos tipos de cáncer (pulmonar, garganta, lengua), siempre y cuando, además, hagamos ejercicio y evitemos tabaco.
  • El vino es, por otra parte, relajante y los médicos recomiendan beberlo en la noche. La dosis debe ser una copa diaria (150 ml), sin excesos. Solo así veremos los resultados preventivos.
  • • El líquido báquico es, también, vasodilatador, por lo que puede ayudar a fluir la sangre a los órganos que lo requieran.

Lo que sí es mito…

Estos múltiples beneficios conviven, muchas veces, con mitos que por desconocimiento seguimos transmitiendo a través de los años y las generaciones y, por ende, provocan una enorme confusión.

Por ejemplo, “los vinos mientras más añejos son mejores”. En realidad, la curva de vida de un vino depende del estilo, la calidad de las uvas, donde influyen el terroir (clima, suelo), la vida en el viñedo, el campo y el trabajo agrícola realizado por el ser humano.

Lógicamente, a mayor tiempo en barrica, el vino tendrá una mayor capacidad de guarda. Lo cierto es que no hay una generalidad de que todos los vinos pueden estibarse y envejecerán de la mejore manera. Al final, el vino es un ser vivo y debemos tenerlo en cuenta.

Otro mito, que escuchamos a diario, es que “el vino se toma a temperatura ambiente”. Cada variedad y estilo de vino exige temperaturas diferentes, que oscilan entre los 5°C y 18°C. Tengamos en cuenta que si enfriamos el vino en exceso, no se expresará como debería hacerlo en sus fases aromáticas y gustativas. Por ello, hay parámetros que nos guían para tener la temperatura atinada de un vino.

Un tercer mito, muy frecuente, por cierto, afirma que “las botellas de vino con base hundida son botellas de calidad y las planas atesoran vinos malos”. El origen de la forma más pronunciada tiene que ver con aquellos vinos bordelese que tienen una guarda más prolongada y polimerizan los taninos, creando sedimentos. Por ello, la botella de Burdeos siempre se pensó en función de propiciar el depósito de sedimentos. Hoy, en nuestros tiempos, se ha descubierto que era más práctico hacer una botella así que plana.

¡Un mito más! “Carnes rojas van con vino tinto y blancas, con vino blanco”. No siempre es así. El objetivo del maridaje es potenciar aromas y sabores, en los que intervienen factores como la acidez, los taninos y el cuerpo del vino. Según el estilo, podemos combinar vinos blancos con buen paso por barricas con carnes rojas o, por ejemplo un tinto joven con acidez refrescante en tándem con atún.

Entre realidades y mitos, el vino tinto, en su justa medida, hace bien para la salud. ¡Chin Chin!

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