El Amor y el Vino

Febrero es el mes de los Enamorados. Cupido tiró su flecha, San Valentín hizo lo suyo y el amor fluye, de par en par, en todas partes del mundo.

Chocolates, bombones, escapadas románticas y cenas con mucho charme, proliferan en esta época, con epicentro en el día 14. Los corazones laten fuertes, se renuevan los votos y la conquista vuelve a engalanar las parejas. Manos entrelazadas, miradas cómplices y besos sentidos completan una escena plena de sensualidad y sentimiento auténtico.

Si de plan gastronómico hablamos, no pueden faltar dos buenas copas de vino. El líquido báquico es sinónimo del romanticismo más puro. La relación entre este milenario brebaje y el amor es estrecha desde la Historia es Historia.

En la Antigua Grecia, el poeta Eurípides sostenía que “Donde no hay vino, no hay amor”. Por su parte, su par romano Ovidio, afirmaba que “con amor, el vino es fuego”, en relación a las pomposas fiestas bacanales, en las que imperaba el frenesí y las loas al dios Baco.  

Si nos remitimos, incluso, al Antiguo Testamento de la Biblia, la vid simbolizaba la fertilidad. Asimismo, el autor español, conocido como el Arcipreste de Hita, en El libro del buen amor nos narraba la relación intrínseca entre Baco y Venus, diosa del amor.

Amor y vino. Vino y amor. Están hechos el uno para el otro. Son indisolubles, inseparables, como las parejas que se juran amor eterno, para toda la vida. Además de la poesía y la prosa antigua, el vino se ha conectado el amor a través del teatro, el cine y la cultura, en general.

Sabido es, además, que el vino tiene grandes beneficios vinculados al amor y las relaciones íntimas, más profundos. Para los hombres, es un vasodilatador que permite la llegada a la sangre a todo el cuerpo y a las mujeres les potencia la secreción de estrógenos. ¡Qué nunca se apague la llama de la pasión!

Por ello, en una nueva edición de San Valentín, bajo el calor de las temperaturas estivales, recomendamos celebrar el amor con vinos de diferentes estilos: de blancos, a rosados, espumosos y dulces.

Burbujas sensuales

Sin duda, el vino espumoso es el gran protagonista del mes del amor. Asociado a la celebración, los buenos augurios y deseos, es icono indiscutido de los momentos especiales. Fresco, sutilmente petillant, no solamente es emblema de la pasión, sino que es muy versátil a la hora de acompañar platos. Puede ir solo, como aperitivo (siempre y cuando fuese seco), acompañando delicadas piezas de sushi, pescados, mariscos y, dependiendo de la estructura, complementaría muy bien ensaladas, carnes blancas y rojas magras.

En el fascinante juego del maridaje, que en este caso requiere más que nunca de la complejidad de nuestra media naranja, también podemos armonizar espumosos con picadas, pizzas y un sinfín de comida ligeras, ideales para encender corazones.

De blancos a tintos

Las parejas que prefieren disfrutar una botella de vino tranquilo, tendrán un sinfín de opciones para rendir pleitesía al amor. Si queremos fineza y delicadeza para sorprender a nuestro partener, iremos por un enjundioso Chardonnay, cepaje rey entre los blancos, que combinará de maravillas con pescados como salmón rosado o trucha, que tienen su encanto especial en estas fechas.

Por su parte, hay una tendencia hacia vinos con frescura, acidez envolvente y mucha tomabilidad, como Sauvignon Blanc o Torrontés. Son cepas perfectas para un buen ceviche o platos afrodisíacos, del estilo mexicano o sudeste asiático. Hay toda una enorme mística detrás de estas alternativas.

Tengamos en cuenta que en estas latitudes las altas temperaturas se hacen sentir y los paladares sibaritas van detrás de vinos frescos, ágiles y frutados.

Si la cosa va de tintos, qué mejor que un seductor y siempre misterioso Pinot Noir, el vino más romántico de todos. También podemos seleccionar un emblemático Malbec, que representa la argentinidad y el amor por lo nuestro, o un estructurado Cabernet Franc, de moda y perfecto para elaboraciones más intensas, a tono con amores fogosos.

De todos modos, recomendamos beber vinos equilibrados, sin demasiada concentración, para que no nos caiga pesado y el sueño se apodere de una noche en la que el amor debe ser protagonista único.

Dulce epílogo

Para el final, una copa de vino dulce le caerá como anillo al dedo a los tortolitos. En tándem con un rico postre (el chocolate es un gran aliado), los cosecha tardía y dulces naturales son muy atinados para el cierre anhelado.

En casa, en un bar o en un restaurante, el vino potencia el amor. Y el amor potencia al vino. Lo importante es que detrás de una copa, se revivan los buenos momentos y se afirme el sentimiento por nuestro coekeeper.

En un sentido festejo de a dos, qué mejor que honrar a San Valentín con un buen brindis. ¡Qué viva el amor! ¡Salud!

Deja una respuesta